0- Tocada por primera vez

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El Diablo habla de Dios

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El Diablo habla de Dios

Libro uno: Venganza

Primera parte: Cielo

Perdóneme padre porque he pecado. He matado, mentido y blasfemado en su nombre. Por favor, discúlpeme porque he intentado destruir su casa, aniquilar sus hombres, reducir su reino a ruinas y ensuciar su palabra. Pero sobre todo perdóneme porque creo... que lo he logrado.

 Todo empezó por una caricia, cuando fui tocada por primera vez. Así me sentí aquella noche de invierno cuando él rozó sus dedos contra mi mejilla y besó mis labios. Dentro de unos días se cumplirá un mes, y el fantasma de mi primer beso sigue ahí, intacto. Si cierro los ojos aun puedo sentir el cosquilleo tibio sobre mi piel, alentándome a vivir. 

Fue mi mejor cliente y es mucho decir viniendo de mí porque comencé a trabajar cuando era una niña. Conocí tantas personas, de tantos lugares que no me alcanzaría la voz para contarle de todas ellas. Me gustaba hacerles muchas preguntas, no por interés hacia ellos, solo odiaba ignorar lo que había más allá de mi pueblo. A veces, pedía que pagaran mi porcentaje con una historia o un relato de alguna aventura que hayan vivido. Antes creía que por haberme cruzado tanta gente y haberla escuchado conocía al mundo y lo entendía, pero me equivoqué.

Al final, no importa la cantidad de personas que conozcas, si no, conocer la indicada.

Conocí a Billie una noche de invierno donde la nieve caía a montones, había venido al local porque uno de sus compañeros de trabajo se casaba y entre amigos planearon festejar los últimos momentos de soltería allí. Todos parecían muy cómodos en el lugar, excepto uno. Billie.

Los espié detrás de la cortina de mostacillas, las luces rojas los bañaban. Reían, se codeaban y saltaban, como niños en un parque de juegos, menos él. Sostenía incómodo su vaso, sentado sobre el apoyabrazos de uno de los sillones de las esquinas de la sala de espera. Mis amigas comenzaron a salir y elegir a cada uno de los muchachos.

Se sentaban sobre sus piernas, seguían sus bromas o los besaban en el cuello. Nadie fue con Billie, y sabía por qué. Nuestra maestra, Karla, siempre nos repetía que los más reprimidos suelen ser los más violentos y sádicos. Ella solía aconsejarnos para nuestro bien como si le importáramos, pero era difícil saber si nos amaba. Siempre jugaba entre la delgada línea del trato profesional y la figura materna.

Desde la otra punta del recinto se abrió la puerta negra y salió Wild, se presentó con los caballeros y les estrechó la mano, como si fueran negociantes de confianza. Bueno, después de todo estaban por cerrar un trato. Felicitó al que disfrutaba su despedida de soltero, un muchacho de quijada marcada, y le dijo al resto que se sintieran como en su casa.

A veces es extraño cómo sabes que alguien es el amor de tu vida antes de conocerlo, es como si las almas fueran imanes gigantes debajo de la piel que mueven el cuerpo al atraerse. La mayoría diría que es interés físico, supongo que en el fondo soy una romántica empedernida y me gusta pensar que son las almas reencontrándose una vez más.

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