—Hola —saludó con normalidad.
No supe qué hacer, la cálida presencia de Patty siempre nublaba mis pensamientos.
Me saqué el gorro por respeto y estiré mi labio hasta la mitad para saludarla como un hombre, los varones nunca sonreían con la boca completa. Excepto Billie, su sonrisa era demasiado grande para su cara o para mi corazón, cuando sonreía parecía que iba a romper ambos.
Patty se acercó con pasos lentos, me tomó la mano y me condujo hasta los sillones. Me senté y ella se acomodó encima de mí, con sus rodillas a los costados de mi cadera, conocía la rutina. Ahora me diría que podemos relajarnos hasta que Karla nos diera una habitación y comenzaría a besarme.
—Podemos relajarnos aquí hasta que Karla nos dé una habitación, si quieres —siempre importaba lo que los hombres con un poco de dinero en el bolsillo querían.
Nunca le pregunté a Patty qué quería ella.
Entonces, mi única aspirante para mejor amiga rozó levemente sus labios con los míos y comenzó a besarme, no la detuve, no la aparté. No se sentía igual que besar un hombre porque ella era más suave y pequeña, no me lastimaba, era como flotar en un cosmos. Además, conocía su cuerpo a la perfección, pero mientras me tocaba y la tocaba sentía que nos decíamos hola por primera vez. Así que seguí, guiada por un sentimiento ciego, esta vez no besaba por el incentivo del dinero ni porque no tenía otra opción. Besaba porque mi cuerpo me lo pedía, como cuando tienes hambre y te ruge el estómago, todos mis huesos rugían. Ella pareció disfrutarlo tanto como yo porque me tomó el rostro con las manos e incrementó el ritmo. Luego me apartó con delicadeza y mi corazón se entristeció. Me dedicó una mirada con el entrecejo fruncido y abrió sus labios, que ahora conocía de una manera diferente, para preguntar:
—¿Quién eres?
—Soy yo —Se apartó de mí con un brinco, contuvo el aliento y cubrió su boca asombrada, era hermosa hasta cuando tenía miedo—. Alyssa.
—¿¡Qué carajo Alyssa!? ¿Dónde mierda estabas? ¿Qué pasó? Tu cabello —lamentó acariciando mi mejilla—. Ay Dios mío, si alguien se entera —me advirtió bajando la voz.
—Si ¿Alguien se entera qué? —preguntó Wild saliendo de su oficina.
Ella me dedicó una rápida mirada de pánico, pero era una prostituta, sabía fingir una sonrisa amigable incluso cuando quería morir.
—Nada, solo estoy jugando con el muchacho ¿Cómo me habías dicho que te llamabas?
—Es mudo —respondió Wild para incomodarla—. No te pudo haber dicho nada.
A Patty a cada vez se le hacía más difícil disimular.
—Déjala tranquila —pedí.
Wild sonrió, no podía entender cómo no estaba nervioso con todo lo que habíamos pasado esa mañana. Mi corazón aún no lograba desacelerar el ritmo con el que me lastimaba el pecho.
ESTÁS LEYENDO
El diablo habla de Dios
Science FictionLuego de la Gran guerra el último bastión de la humanidad se refugió en Italia donde la Iglesia católica, como única institución social en pie, volvió a tomar el control de todas las almas e instauró las viejas reglas de la inquisición. Dentro del n...