—De está sí que no te escapas, loca —dice, mirándome sumamente enojado. Cada vez siento su rostro más cerca al mío. Sus manos siguen reteniendo las mías por detrás de mi espalda, inmovilizándome.—¡Ja! —modo sarcástico activado —¿Así? Pues ya me tienes aquí —me encojo de hombros —¿Qué piensas hacerme, eh? —lo reto y él me mira aún más furibundo —No me das miedo, idiota.
De un momento a otro su semblante cambia. Una sonrisa ladina se dibuja en sus labios rosados, dejándome más que confundida.
—Por ahora no te hare nada —agranda su sonrisa —Esta te la dejo pasar, pero la próxima no. ¿Te quedo claro? —me advierte, mirándome fijamente con la intención de intimidarme.
—¡Uy! Mira como tiemblo. Cuanto miedo me das —me burlo de él y ruedo mis ojos —Idiota. —murmuro.
Me logro safar de su agarre y lo empujo con fuerza, provocando que por poco cayera de tracero al piso, sino hubiera sido por ese árbol del que se sostuvo para no perder el equilibrio.
Le muestro mi dedo de en medio y a pasos seguros me voy de ahí.
Maldito árbol.
Amo la naturaleza, pero a ese árbol no por ayudar al enemigo.
———— ❈ ————
Me encuentro en el supermercado con Pau e Isa. Hemos venido para comprar popcorn, piqueos, bebidas y lo mejor de todo, dulces —que delicious— para una maratón de películas de terror.
Decidimos dividirnos para encontrar cada cosa más rápido. Paulina e Isabella fueron a buscar lo salado, mientras yo buscaba lo dulce.
Ya tenía en mi canasta los chocolates, las gomitas, las oreos y el helado, solo me faltaba la crema de avellanas que no la encontraba por ninguna parte.
¿Dónde estará esa hija de su avellana?
Seguí buscando por los estantes, pero tristemente no logré encontrar nada.
No pienso darme por vencida.
Voy pasando lentamente mi mirada por cada estantes sin que se me pase de vista algún producto. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en mi rostro al encontrarla.
¡Al fin! Ya la gente te estaba empezando a mirar raro, por si no lo notaste.
Me importa un pepino, por si no lo notaste. Nomas digo.
Me percato de que se encuentra al lado de la crema de maní, muy poco visible para cualquier persona.
Bien escondidita estabas hija de la sabrosa avellana.
Por lo que puedo notar es la última que queda. Así que no lo pienso ni un segundo más y estiro mi brazo para alcanzar el pote, pero para mi mala suerte no llego ni siquiera a rozarlo. Y eso que no soy bajita, mido un 1.65. No es wow, pero al menos no soy una pitufa.
¿O sí?
Salto lo más alto que me es posible para intentar llegar al potecito. Ya no me faltaba nada para al menos tocarlo. Estaba a punto de tenerlo entre mis manos. No obstante, alguien mas lo agarra antes que yo, sin una pisca de dificultad. Arrebatandomelo.
Oh, no...
—Disculpe, pero esa crema de avellanas yo la vi primero y estaba por agarrarla —le informo a la persona sin mirarla a la cara. Lo único que mis ojos miraban era mi cremita de avellanas que se encontraban en otras manos que no eran las mías.
—Pero miren a quien tenemos aquí —articuló una voz masculina —Pero si no es nada más y nada menos que la chica desquiciada —hizo una pausa riendo —La loca —pronuncia con mofa.
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Te odio hasta el infinito y más allá
Romance-Así que soy un idiota, eh... -me susurra una ronca voz muy cerca del oído. Su fresco aliento choca contra la piel de mi cuello, haciéndome estremecer. No me cabe duda de quien pueda ser. Volteo hacia esa persona despreciable, encontrándome al imbé...