CAPÍTULO 30: INTRUSAS

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—¿Y cuánto tiempo llevan?

—¿Cómo te pidio ser su novia?

—¿Por qué no nos contaste nada?

Las tres chicas que se hallaban sentadas en la alfombra aterciopelada de mi habitación, se encontraban mirándome atentamente, atormentandome con sus preguntas sin darme tiempo a responder alguna.

—¿Y qué tal besa? —al escuchar esa última, asesino con la mirada a Lara. Ella solo se encoge de hombros en un gesto inocente.

—La verdad es que besa muy bien —abro los ojos como platos y rapidamente coloco mi dos manos sobre mi boca al darme cuenta de tal veracidad que solté y la cual me hizo arrepentir al instante. Ellas sonrieron y se lanzaron miradas cómplices —Pero ese no es el punto. El tema aquí, es que él y yo no somos absolutamente nada —les aclaro rápidamente, moviendo las manos mientras hablo.

—Entonces, ¿Son amigos con beneficios? —pregunta Sami confundida.

—¡¿Qué?! ¡No! —grito horrorizada, imaginando escenas no aptas para menores.

Sacudo la cabeza borrando esos pensamientos.

—¿Entonces se andan besando porque sí y listo? —cuestiona Diana.

Gruño frustrada, enterrando las uñas en mi curo cabelludo, mientras me tiro para atrás en la cama.

¡Maldito Zayed!

Todo lo que provocas estúpido cabeza de brócoli.

Han pasado tres días desde lo sucedido en la cafetería y desde ese día no he vuelto a ver a Zayed. Y la razón de eso es porque para mí extraña suerte, el señorito tuvo de imprevisto un viaje por asuntos laborales de sus padres.

No saben cuánto le agradecí al cielo después de haberme enterado de esa maravillosa noticia.

En estos tres días que estuve sin él, fueron de lo mejor. Regresaba de la escuela tranquila, feliz, sin tener que aguantar su molestosa presencia. Pero tampoco es que me encuentre saltando en un pie de alegría. Pues, desgraciadamente el lunes lo tendré de nuevo conmigo, sacándome de quicio y acompañándome hasta la puerta de mi casa.

Volviendo al tema de las intrusas que se encuentran invadiendo mi espacio personal.

Hoy, sábado por la mañana, sin habermelo consultado, mis tres amigas se aparecieron en la puerta de mi casa, o mejor dicho la de mi habitación. Sin siquiera haber tocado, se metieron a mi refugio y no solo eso, las muy condenadas se lanzaron encima mio ¡Asfixiandome!

Pues mi linda madre madrugadora les había abierto la puerta de la casa y muy gustosa ella les dió permiso a que me levantaran sin problema alguno.

¡Eran las siete en punto de la mañana! ¿Pueden creerlo?

Pues claro, a ellas no les importo que yo me encontrara durmiendo tan placenteramente y más siendo aquella hora de la mañana.

—Tú —aunque no la este viendo, se que me está apuntando con su largo dedo —Nos prometiste que si no te molestabamos en lo que quedaba de la semana... —con pereza me vuelvo a sentar en el filo de la cama para observar a Diana.

—Nos contarías absolutamente todo el sábado ¿Y qué día es hoy? —Sami me mira con una ceja alzada, esperando a que responda. Yo me encojo de hombros y miro para todos lados ignorandola.

—¡Es sábado, Massiel! —gritan las tres al unisono, con sus miradas acusatorias puestas en mí.

—Y aquí nos tienes. Te estamos esperando. Comienza —finaliza Lara y como si estuvieran sincronizadas se cruzan de brazos.

Te odio hasta el infinito y más allá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora