Al fin hoy es sábado, el único día de la semana —incluído el domingo—en el que puedo dormir hasta la hora que se me plazca la gana, ya sea de día o de noche. Dormir tranquila, sin escuchar los gritos de Isabella o los de mi madre.O eso era lo que yo creía por el momento.
Hasta que a mí madre se le ocurrió la grandiosa idea de levantarme a las siete en punto de la mañana para limpiar la casa.
¡Ni a esa hora me levanto para ir a la escuela! ¿Y quiere que me levante para limpiar una casa de dos pisos con un amplio jardín?
No. No. Está loca esta señora.
Pero como soy consciente de mis actos y no me puedo negar a mi propia madre cuando necesita de mi ayuda, a regañadientes quité las cobijas que envolvían mi calientito cuerpo para levantarme de mi cama e ir a ayudar a mi madre quien ya se encontraba limpiando.
Mis tan afortunadas hermanas no tuvieron que sacrificar sus placenteros sueños, ya que Paulina estuvo de amanecida haciendo proyectos de la universidad e Isabella como es la engreída de la casa, simplemente la dejan dormir tranquila. Así que solo quedo yo. La a única de las tres que limpiara.
Lo que me toca por ser la hija del medio.
Que injusto.
Después de haber ordenado y limpiado toda la casa hasta dejarla reluciente y saliendo brillo como en las caricaturas, mi madre y yo nos lanzamos al sofá, pues habíamos terminado muy agotadas.
—Al fin terminamos... —logro pronunciar en un suspiro y con el dorso de mi mano seco el sudor que se esparce por mi frente.
—Sí... Estoy cansadísima —afirma mi madre, dandome la razón y cerrando los ojos para intentar relajarse —Bueno —dice efusivamente, levantándose del sofá de un salto y olvidándose de que hace exactamente unos pocos segundo se sentía demasiado cansada, dejándome totalmente desconcertada por su repentino cambio de actitud —Alistate Mael, vamos a ir a desayunar a DelyDely'99.
Mis ojos se agrandan de la emoción al escuchar lo que dice y como si tuviera un cohete en el trasero salgo disparada a cambiarme.
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Al llegar a DelyDely'99, me dedico a buscar con la mirada una mesa que se encuentre pegada a la ventana, mientras tanto, mi madre se dirige al mostrador para ordenar.
Al obtener el sitio que quería, me senté a esperar a que mi madre regresara. A los pocos minutos vi como mi progenitora se acercaba, pero ella no venía sola, a su lado la acompañaba una señora que no logre reconocer ni de cerca.
—Hija, te presento a mi mejor amiga de la infancia, Lucía —menciona mi madre con una inmensa sonrisa en sus labios.
Miro a la señora y esta se encuentra sonriéndome, yo le devuelvo el gesto y me acerco a ella para saludarla educadamente con un beso en la mejilla.
—Pero que grande y hermosa estás —me elogia en un tono conmovido, mirándome con una sonrisa encantadora.
Puff... ¿Yo hermosa? Ya quisiera.
Pero bueno, seamos realistas, es lo que siempre te dirán los amigos de tus padres por puro compromiso.
—¿Te acuerdas de mí? —inquirió con esperanzas de que mi respuesta fuera positiva, pero yo solo me limité a sonreírle y negar con la cabeza.
—Amiga, ella era muy pequeña —le recuerda mi madre.
—Eso es cierto —concuerda, mirándome con un puchero en sus labios —Tan solo tenías seis añitos la última vez que me viste —ríe en conjunto con mi madre y yo solo sonrió por educación.
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Te odio hasta el infinito y más allá
Romance-Así que soy un idiota, eh... -me susurra una ronca voz muy cerca del oído. Su fresco aliento choca contra la piel de mi cuello, haciéndome estremecer. No me cabe duda de quien pueda ser. Volteo hacia esa persona despreciable, encontrándome al imbé...