CAPÍTULO 5: ERES UNA CONCIENCIA MALA

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—Adiós pa, gracias por traerme a la escuela —me despido de él con un beso en la mejilla.

—Chao, hija —me da una sonrisa cariñosa y se va con su camioneta de último modelo.

Antes de ingresar a la escuela me encuentro con Luis quien está parado en la entrada, lo saludo con una sonrisa afable y él me devuelve el gesto. Cuando llego a mi salón, me siento en mi sitio correspondiente y Sami se me acerca para saludarme y sentarse a mi lado, ya que hoy no pudo venir Diana.

Durante las clases Sami y yo nos la pasamos charlando y muy poco prestamos atención, por lo cual nos llevamos varias llamadas de atención por parte de los profesores. Algo que también me sucede muy seguido con Diana, ya que soy un poco parlanchina.

Sonó la campana y todos salieron hacer de las suyas por la escuela. Lara y Sami insistían para que fuera con ellas al comedor, pero mi respuesta era un rotundo "No". Después de tanta insistencia lograron convencerme.

Al entrar al comedor, nos percatamos que se encontraban muy pocos estudiantes en el lugar, nos pareció un tanto extraño.

Seguro que hoy se les dio por entrar a otros salones para hacer nuevas amistades.

Mejor para nosotras, así tenemos más espacio.

Nos sentamos en la banqueta para comenzar a charlar de temas triviales, mientras yo comía alegremente. Cuando de pronto comenzó a picarme la garganta, provocándome una tos fastidiosa.

—¿Estás bien? —inquierio Lara al verme torcer.

—Sí, solo que el pan me secó la garganta —musité haciendo un mohín —. Ya vuelvo chicas, voy a traer mi agua —informo.

—Ve, pero no tardes, porque dentro de poco sonará la campana —me advierte Sami, dándole una rápida mirada al reloj que trae puesto en su delicada muñeca.

Con un asentimiento de cabeza me alejo de ellas y salgo del comedor.

Bajo las escaleras y a mitad de ellas, algo me impide seguir, o mejor dicho alguien. Aquella persona se encontraba sujetándome del antebrazo, deteniendo mi andar.

—Así que soy un idiota, eh... —me susurra una ronca voz muy cerca del oído. Su fresco aliento choca contra la piel de mi cuello, haciéndome estremecer.

No me cabe duda de quien pueda ser.

Volteo hacia esa persona despreciable, encontrándome al cabeza de brocoli muy cerca de mi rostro. Él me mira con una sonrisa socarrona lo cual provoca que enfurezca aún más.

Lo miro airada y su burlesca sonrisa se ensancha más ante mi gesto.

Aprieto los puños. Y de forma imprevista mi semblante cambia al clavarse en mis pensamientos una idea retorcida.

Ineludiblemente en mis labios se asoma una sonrisa desquiciada, provocando que el semblante divertido que sostenía su rostro, pasara a estar ahora, a uno plenamente confuso.

Me acerco más a su rostro, al punto de estar por poco rozando mi nariz con la suya. Él me mira aún más desconcertado que antes al no comprender mi repentina cercanía.

Rio malévolamente para mis adentros.

De esta sí que no te salvas, pendejo.

Uy, otra vez se puso bueno esto.

Malvina, prepara tus papitas y tu bebida, no sabes lo que se le aproxima a este imbécil.

Ahora si que nadie va a impedir que concluya mi "misión".

Te odio hasta el infinito y más allá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora