Siete en punto de la mañana.
Siguiente y último día del fin de semana, en el cual vuelven a despertarme muy temprano, fastidiando mis placenteros sueños.
Pero esta vez, no son mis amigas quienes me vienen a molestar a tan temprana mañana, ni tampoco se trata de algún familiar. El único responsable de no permitir que duerma hasta la hora que se me plazca en gana, es nada más y nada menos que mi desagradable cabezota.
Sí. Mi cabeza.
Esa desgraciada, no para de hacerme rememorar escenas de todo lo que sucedio hace cuatro días atrás.
De tan solo recordar ese día en el que aquella chica linda, la cual hablaba animadamente con Nathan, no era su novia o algún tipo de ligue, sino que se trataba de su ¡HERMANA!, me hace sentir como una completa ridícula. Y no solo eso, siento que perdí algún tipo de oportunidad —ya sea la más mínima— que podría haber existido entre el chico de sonrisa linda y yo.
Y todo por culpa de ese imbécil.
Pero es que no solo fui yo la estúpida que creyó que esa chica era su ligue, sino que también el cizañozo de Zayed, el cual le metió más leña al fuego con sus comentarios. Y por si no le fuera poco, su "grandioso y maravilloso plan" fue lo que terminó por coronar con una cereza el pastel.
Me dejo totalmente sin esa mínima de oportunidad con el chico que me gustaba.
Suelto un profundo suspiro y giro en la cama por décima vez, me quedo mirando hacia el techo con las manos entrelazadas, las cuales descansan sobre mi estómago.
¡Puto Zayed!
El sonido de varias notificaciones seguidas se oyen salir de mi teléfono, logrando sacarme de mis pensamientos.
Con pereza estiro mi mano hasta llegar al velador que está al lado de mi cama, en donde se encuentra el aparato cargando. Lo desconecto. La luz del teléfono da directo en mi rostro, provocando que de golpe cierre los ojos al sentir un intenso ardor a causa de horas de luz escasa durante la noche. Poco a poco intento abrirlos hasta acostumbrarme al brillo de la pantalla.
Lo primero que logran captar mis ojos es la hora.
8:45 a.m.
Me percato de que las notificaciones que me habían llegado, no eran exactamente eso, sino que se trataban de mensajes de un número desconocido.
Aquello me llamó mucho la atención, así que rápidamente entre a la aplicación de chats para intentar identificar al desconocido.
«¡Buenos dias, Massiel! »
«Pasaba por aquí para avisarte que tenemos descuentos especiales en todo tipo de dulces, bebidas y helados.»
«Es solo para los primeros cincuenta clientes. Abrimos a partir de las 9:15 a.m. Espero que no te pierdas esta oportunidad y pueda verte por aquí.»
«Por cierto, soy Nathan ;) »
Me encontraba realmente sorprendida, pero a la vez muy contenta con aquellos mensajes.
Sorprendida porque desde aquel día en el que me pidió el número, al fin hoy se animó a escribirme. Aunque solo fuera para beneficio de la cafetería en donde él trabaja.
Y muy contenta porque hay descuentos en mi cafetería favorita y eso nunca se ve. No pienso desaprovechar esta oportunidad. Así que sin pensarlo dos veces, me levanto de la cama y me dirijo hacia el baño para darme una ducha.
Cuando ya estoy completamente lista, agarro todo lo necesario y salgo de mi habitación. Enciendo mi teléfono para nuevamente ver la hora. Son las 9:00 a.m, solo me quedan quince minutos para llegar.
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Te odio hasta el infinito y más allá
Romance-Así que soy un idiota, eh... -me susurra una ronca voz muy cerca del oído. Su fresco aliento choca contra la piel de mi cuello, haciéndome estremecer. No me cabe duda de quien pueda ser. Volteo hacia esa persona despreciable, encontrándome al imbé...