CAPÍTULO 8: ¡DIOS MÍO! QUE BIPOLAR ES ESTA CHICA

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—Ya hija, me avisas cuando hayas llegado a la casa de tu amiga.

—Esta bien pa, adiós —me despido de mi padre y cuelgo la llamada.

Me acerco a mi hermana y a mi abuela quienes se encuentran sentadas en el sofá viendo su novela de las 5:00 p. m. Me despido de ellas y salgo de casa.

Decido mandarle un mensaje a Diana para avisarle que ya estoy yendo para su casa. Sin esperar respuesta alguna guardo el teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón.

—¡MASSIEL!

Escucho a lo lejos una voz masculina vociferar mi nombre. Decido ignorarlo. Pues ¿Que tal si no es a mi a quien llaman? No creo ser la única de este vecindario que tenga por nombre "Massiel". ¿O sí?

Sin tomarle importancia continuo caminando.

A los segundos escucho las pisadas de alguien que se encuentra detrás mío casi pisándome los talones. De repente siento como una mano grande sujeta mi muñeca y tirando de ella me gira.

Al ver de quién se trata, sin poder evitarlo en mi cara aparece una mueca de disgusto total.

¿Es en serio? ¿Otra vez este idiota?

¿Acaso no es suficiente con verlo todos los dias en la escuela que ahora también me lo tengo que encontrar en el parque?

¿Sera que vive frente al parque?

Cierto...

—¿Acaso eres sorda? —cuestionó en un tono amargo.

—¿Acaso eres imbécil? —se la devuelvo. Me safo de su agarre como si hubiera tocado popo de perro y continuo hablando —Ah, cierto... Si eres imbécil

—Por tu culpa me metí en problemas con la directora —me reclama sumamente enojado.

—Yo no tengo la culpa de que hayas sido tan torpe para tropezarte y haber caído encima de ella —me defiendo.

—¿Ah, no? ¿Tú no fuiste? —inquiere con mofa.

—No —niego con total descaro.

—¿Entonces qué? ¿A las escaleras le salieron pies y me ¡PATIO!? —ironizó amargamente, vociferando la última palabra.

Te descubrieron.

—Pues... Yo que sé —me encojo de hombros, haciéndome la desentendida —De seguro las escaleras están embrujadas.

—Ya... ¿Me quieres ver la cara de idiota... —lo corto al soltar una gran carcajada.

Él me mira sumamente cabreado, sin comprender que fue lo gracioso en sus palabras.

—¿Acaso conté un chiste o qué? —inquirió con amargura.

—Pues sí, eres un idiota —me burlé aún mas fuerte.

Su mandíbula se tenza y se puede apreciar como en su cuello se le marca una vena.

—Que chistosa eres —pronuncia con los dientes apretados.

—Bueno, no pienso perder más de mi tiempo contigo, tengo mejores cosas que hacer —le doy la espalda y empiezo a caminar.

No logro dar ni dos pasos cuando vuelve a sujetarme de la muñeca y con brusquedad me acerca a él, lo que provocó que quedáramos a una muy corta distancia.

Era tanta la cercanía que existía entre nuestros rostros que me era posible apreciar con total claridad las tonalidades que poseía su mirada color diarrea de paloma. El color de sus ojos eran sumamente  extravagantes. Sus iris tenían una extraña combinación de verde esmeralda con pequeños toques de mostaza y un poco de azul, contorneados por un tono de verde oscuro. Realmente tenía unos ojos muy bonito y pintorescos.

Te odio hasta el infinito y más allá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora