C A P Í T U L O #23

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Prepárense su kit de lágrimas. Sobre aviso no hay engaño.

Tampoco es como sin dejarlas sin estabilidad.

Quisiesemos darles un cap sin tanto drama pero no pudiesemos, chikas.

APRILA

medianoche, después de haber tenido cualquier cantidad de pesadillas desperté famélica, en seguida me arrepentí de no haber ido más temprano por algo de comer.

Intento pensar en otra cosa, por ejemplo; ¿Qué iba a hacer? Después de darle vueltas al asunto unos minutos decido que iré a algunas empresas a pedir trabajo, cuando recuerdo lo que me dijo el director sobre los periódicos y redes sociales, me di cuenta de que en ningún lugar como en los que planeaba buscar empleo me darían una oportunidad por lo menos en un tiempo.

Las lágrimas regresaron a mis ojos y comencé a llorar de nuevo demasiado triste. Extrañaba a mis hermanos, a Andrea y Mario, pero sobre todo a él, al hombre por el que perdí por completo la cabeza, el hombre con el que en unas semanas me iba a casar. 

Ya no pude dormir el resto de la noche, así que al amanecer me puse de pie, saque una muda de ropa limpia y me dirigí al baño. El lugar tenía moho por todos lados y olía a orines, pero no había más remedio. Me duche como pude, me vestí y salí rápidamente. Ya en la habitación de nuevo acomode todo y cerré tomando la llave. 

Casi al salir de la casa vi un espejo colgado en el corredor, me detuve un segundo y me observe, la imagen que reflejaba se parecía mucho a la de hacía más de un año. 

Sonreí con tristeza notándome pálida y ojerosa. Saldría adelante, por supuesto que lo lograría. 

Lo primero que hice al salir fue buscar algo que comer, pronto encontré  una pequeña abarrotera y compre algo de fruta, pan y un yogurt. Los comí todo rápidamente y comencé a caminar, debía encontrar trabajo pronto, de lo que fuera, en lo que pasaba un tiempo, porque el dinero que tenía no era mucho y solo le alcanzaría para un par de semanas. Busque y busque todo el día, pero no encontre nada. 

Desanimada me detuve a cenar algo antes de ir de nuevo a la casa donde rentaba. Al llegar me cambie y caí profundamente dormida. 

Los cuatro días siguientes fueron iguales, pero el quinto por fin encontré algo. No era muy alentador. Era acomodando y limpiando en un súper de medianas proporciones. La paga no era buena, pero si me administraba sobreviviría una temporada y después buscaría un mejor empleo y en algo de mi carrera, sería sólo un mes en lo que los medios cambiaban de tema, porque encontré en más de un periódico con mi  rostro acompañado de millones de mentiras y fotografías escandalosas, no me arriesgaría a una humillación, no más.

 Ya no sentía coraje, ya no sentía nada. Solo sabía que debía esperar, que lucharía y si no lograba demostrar jamás que todo eso era una gran mentira, me fabricaría una vida en la que algún día, no muy lejano, lograra acercarme a mis hermanos de alguna manera; ese era mi objetivo, mi único motivo y por Dios que lo lograría.

El día que comencé a trabajar, por la mañana, incluso antes de levantarme, comenzaron las primeras nauseas, no sospeche nada. Vivía en reflejo, es decir, de manera  zombi, no me permitía pensar y me sentía entumida de tanto dolor y soledad. 

Comencé a perder peso de forma escandalosa, el trabajo era muy pesado y el horario agotador. Debía estar ahí antes de las siete de la mañana y salía poco después de las ocho de la noche. 

Agotador. 

La vida consiguió transcurrir, no había día que no me durmiera llorando, prometiendo que pronto olvidaría. 

𝐔𝐧 𝐄𝐬𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨 𝐄𝐧 𝐓𝐮́ 𝐂𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧 |NJH| EN CURSO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora