Capítulo 6:

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Jackob observaba subir y bajar a la mujer por el lustroso caño, esta parecía cada vez portaba menos ropa, sin embargo la sonrisa en su rostro no parecía flaquear ni un segundo.

Cómo premio por eso, el atractivo hombre similar a un Dios del sol, dejaba un considerable bulto de dinero en su ropa interior, lo cual parecía fascinar a la mujer.

Ella se había ofrecido a llevarlo a la cama por un módico precio, sin embargo, él se había negado a esto.

¿El motivo? Muy simple.

La atractiva bailarina exótica, de cabellera dorada, curvas sensuales y rasgos faciales afilados, guardaba cierto parecido con Elena, su ex prometida.

Aquello, muy lejos de ser un baile erótico, era un baile de humillación, ya que en su mente era la maldita perra bastarda que lo había humillado y tirado como un perro quien bailaba como zorra, permitiendo que hombres asquerosos tocaran su cuerpo por dinero.

«No se aleja mucho de la realidad» pensó él la primera vez que la vió, meneando las caderas para un cerdo con olor a orina por diez dólares.

Sin embargo, en aquel momento, sus ansias por causarle dolor iban en aumento. Ya no le era suficiente verla humillada, él la quería ver muerta.

Por eso, cuando la atractiva mujer volvió a acercarse a él en busca de dinero, Jackob le ofreció ir a un lugar más íntimo.

La bailarina aceptó sin pensarlo dos veces, Jackob era atractivo y por la suma de dinero que dejaba en su ropa interior, también era adinerado.

Pero cuando ambos se deslizaron en un cuarto que ofrecía el espantoso lugar para tener relaciones, la situación no tardó en pasar de sensual a aterradora.

Una vez que la puerta tras ellos fue cerrada con seguro, el hermoso hombre no tardó en arrojar a la bailarina sobre la cama con brusquedad.

—Tranquilo tigre, no soy de goma—ronroneó ella con dolor debido al impacto, sin embargo aquello no fue lo que molestó a Jackob.

Su tono de voz, estaba muy lejos de ser el de Elena. Por el contrario, el de esta mujer parecía gangoso, debido a las drogas y el tabaco.

—No hables—gruñó en respuesta Jackob, sus palabras sonando frívolas.

—Conque eres de esos—respondió ella, dibujando una sonrisa juguetona en sus labios, muy diferentes a los de la mujer que amaba.

Aquello fue lo último que él necesitó para explotar, como si una fuerza demoníaca se apoderara de su cuerpo, Jackob se lanzó encima de la mujer, quedando a horcajadas de ella y con ambas manos rodeando su frágil garganta.

Al principio ella cedió, creyendo que era algún tipo de juego sexual, sin embargo, conforme su respiración se volvía más difícil comenzó a forcejear para zafarse de su agarre.

Pero el atractivo hombre, de rasgos similares a un Dios del sol, no la soltó ni siquiera un instante. Preso de su frenético deleite por ver el rostro de "Elena" volverse más morado, al mismo tiempo que sus ojos parecían hincharse, no liberó su agarre hasta que dejó de forcejear.

Incluso siguió unos instantes después, hasta oír la música de los huesos de su cuello rompiéndose.

La había matado.

Sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento plasmado en sus rasgos faciales, Jackob se incorporó de su posición, alistó su ropa y se propuso a salir, no sin antes dejar un gentil beso en la mejilla de la hermosa mujer que yacía muerta en la cama.

Con el corazón más liberado, caminó hacia la puerta, sus pasos tan ligeros como una pluma sobre la nieve. Sin embargo, al retirar el seguro y abrir la puerta, encontró a dos hombres tan grandes como un ropero frente a él.

Besos de Medianoche 2: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora