Capítulo 9

330 65 80
                                    

¿Cuánto es capaz de resistir una persona antes de romperse y sucumbir al caos que rige a su alrededor?
Existe una peligrosa y muy delicada línea que separa la lucha de la atroz derrota, Daphne Moon se encontraba de pie sobre esta, luchando contra el caos anteponiendo su voluntad de hierro.
Sin embargo, hasta el más firme de los metales es capaz de doblegarse ante las caóticas llamas del fuego.

Cuando finalmente sus ojos color noche volvieron a abrirse, todo a su alrededor era diferente, ya no se encontraba en el vasto campo, tampoco en la habitación de torturas de Erick.
Sin embargo el nauseabundo aroma del tabaco mezclado con el moho, seguía presente. Daphne no había sido trasladada a otra casa, solo a una nueva habitación. Un cuarto.

Atada a una cama de dos cuerpos, forcejeó para liberarse de las ataduras que sujetaban sus muñecas; pero el investigador había ajustado con fuerza los nudos, impidiendo cualquier tipo de movimiento.

«Tranquilízate, mantén la mente fría y busca una salida. Siempre la hay»

Se dijo la hermosa mujer, al tiempo que serenaba su respiración y buscaba con la mirada por la habitación.

Sin embargo, producto del sonido de su intento de escape, los pasos del investigador no tardaron en aproximarse a la habitación, y mucho menos en entrar.

El hombre estaba desnudo de cintura para arriba, expendiendo su firme abdomen repleto de cicatrices.
Su rostro, mal herido por el brutal golpe de la mujer, está contraído por la ira y una clara promesa de violencia.

—Escapaste—escupió con asco y recelo el captor.

—Me quiero ir—suplicó ella, en un intento por ablandar el alma del hombre.

Pero sus palabras jugaron en su contra. Erick Sowler, acortó la distancia con pasos funestos y arrojándose a la cama, sobre ella, tomó su exquisito rostro entre sus manos, obligándola a mirarlo.

—No te irás. Hasta que no me ames, no te soltaré—.gruñó en un tono tan bajo y frío que erizó su piel—Entiendelo Daphne, ahora eres mía.

Fue en aquel momento que la atractiva mujer lo supo, Erick no la mataría, solo rompería cada parte de su ser hasta que no quedará nada de ella, drenaría toda su fuerza de voluntad para finalmente convertirla en un títere. Su títere.
Aquel destino le pareció peor que la muerte, por lo que dejó volar de sus labios carnosos aquellas aladas palabras que serían su vil condena.

—Yo jamás seré tuya. Puedes golpearme o cortarme hasta hartarte, pero nunca te amaré—escupió la mujer pantera, apretando sus dientes con fuerza.

El rostro de Erick, muy lejos de contraerse en ira como ella lo esperaba, se quedó en blanco, vacío y carente de cualquier atisbo de emoción. Como si lo casi gruñido por la mujer no hubiera sido oído.
Pero el detective sí que la escuchó.

—Tu ya eres mía Daphne Moon—susurró este con un hilo de voz.

Antes de permitirle a la elocuente mujer volver a abrir la boca, presionó un brutal beso asfixiante sobre sus labios carnosos, mientras comenzaba a pasar las manos sobre su cuerpo.
Ella clavó con ferocidad sus dientes sobre los labios de él, llenando su boca del amargo sabor cobrizo de la sangre.
Pero no sirvió para apartar a Erick de sus, cada vez más claros, planes.

Su lengua, similar a una babosa, se deslizó por el interior de la boca de ella, rozándose como si marcara un territorio, al mismo tiempo que sentía como sus pantalones le eran arrancados, quedando expuesta por completo para él.

Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos color noche, mientras intentaba viajar con su mente a otro mundo.
Incluso trató de convencerse que quien estaba deslizándose dentro de ella era Dorian o incluso Luca.
Pero Daphne sabía que aquello era mentira y no había forma de creer lo contrario, después de todo, ninguno de los dos harían lo que Erick Sowler le estaba haciendo.

Besos de Medianoche 2: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora