Dorian estaba abatido, con el alma estallada en un millón de partes, mientras sujetaba con dificultad el móvil escuchando la clara voz del investigador que había contratado para encontrar a Daphne.
—No hay nada, es como si se hubiera desvanecido en el aire—dijo con tímida vergüenza el investigador.
Los dientes del millonario se apretaron con fuerza, en un intento por contener la ira que guardaba en el centro de su pecho.
—Las personas no se desvanecen en el aire. Cárter—escupió con rudeza Dorian.
Este pudo sentir cómo el investigador se encogía al otro lado del móvil ante la respuesta del millonario.
Cárter tragó el pánico que escalaba por su garganta y comenzó a hablar.
—No. Pero me es imposible encontrar cualquier rastro para seguir, lo lamento mucho—explicó el investigador antes de colgar.
Aquello fue la gota que desbordó el vaso. Ira, dolor y desesperación aglomerandose en su pecho, estos fueron el combustible suficiente para empujar a Dorian fuera de su línea moral intachable.
El millonario gritó, atrayendo la atención de todos los presentes que merodeaban fuera de la oficina.
Con sus ojos oceánicos enrojecidos y colmados de lágrimas, comenzó a arrojar objetos por la pequeña oficina privada de paredes de vidrio, comenzando por el móvil, el cual estalló en muchas partes, igual que su corazón.
Cuando finalmente logró sofocar todas emociones palpitantes en su pecho, cayó rendido de rodillas en medio del lugar, y sin importarle que todos lo observaran con sorpresa, comenzó a murmurar solo.
—¿Dónde estás?—su voz estaba quebrada, sin embargo no tenía más lágrimas en sus ojos. Se le habían agotado.
—¿Dorian?—susurró la armoniosa voz de Elena entrando a la oficina.
El millonario siguió el camino que marcó su voz, y mientras notaba a la hermosa Elena, se dio cuenta que no sintió nada en absoluto por ella. Todo ese amor caótico y apasionado que sintió una vez, no hacía mucho, por ella ya no estaba, como si solo quedara un vago recuerdo de ello.
Con pasos cautelosos, la mujer de cabello color oro, se aproximó hacia Dorian, observandolo con infinita amabilidad en sus ojos verde esmeralda.
—¿Qué ocurre?—volvió a hablar ella, con fingido cariño.
El hombre reposo sus ojos color océano en ella, sólo infinita desesperación y cansancio presente en ellos. Cualquiera fuera el motivo de aquello, a Elena le encantó.
Amaba saber que él estaba sufriendo tanto como sufrió ella, abatido, cansado y de rodillas ante ella, aquella imagen lleno de gloriosa dicha su corazón de piedra.
—Es Daphne, ella... desapareció—resumió Dorian, aún tendido en el suelo.
Aquella respuesta, estaba muy lejos de ser la esperada. La Diosa de oro podría haber gritado de alegría, si la palabra "desapareció" no hubiera estado presente en la oración.
Su corazón de piedra se saltó un latido, estaba claro que no le agradaba la mujer, pero aquello se debía al idiota frente a ella. Elena admiraba la fortaleza y astucia que tenía la mujer de ojos color noche, sintiéndose muy identificada con ella.
—Quizás te está evitando—susurró ella con una vaga esperanza en su pecho.
—No se presentó en su trabajo desde hace días—musitó Dorian con un hilo de voz.
Aquella fue toda la confirmación que Elena necesitó para saber que Daphne estaba en problemas.
Suplicando para que sus pensamientos no fueran acertados, intentó aplacar el incesante latido de su corazón.
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Besos de Medianoche 2: Caos
RomanceLa agente Daphne Moon es secuestrada por el obsesionado investigador privado, Erick Sowler. Dorian y Luca comienzan su desesperada búsqueda mientras lidian con la llegada de Aiden y la cacería de la agencia, quienes buscan al exiliado agente por inf...