Capitulo 12:

351 58 51
                                    

Viaje al pasado: Daphne de dieciocho años.

La hermosa chica de ojos como la refulgentes noche estaba aterrada, envuelta en un ovillo sobre la asquerosa manta manchada de fluidos ajenos a ella.

Su cabeza no paraba de dar vueltas gracias a las drogas que tenía su sistema.

Demasiado delgada y ajena a su cuerpo, era incapaz de moverse; sin embargo, su mente estaba en completa lucidez.

Aquello era el infierno, un hordido calvario, la peor pesadilla de la que no podía despertar porque se había hecho carne.

Escucho la puerta del cierto abrirse, mientras suplicaba a cualquier deidad que tuviera piedad de ella y no fuera otro cliente.

Al parecer alguien se apiadó, pues fue Enzo quien ingresó al lugar con indiferencia y desdén hacia la mujer semidesnuda en un rincón del lugar.

—Deja de llorar que pronto llegarán nuevos clientes—escupió él, con total frialdad mientras limpiaba uno de sus caninos ayudado por el reflejo de un espejo roto en el cuarto.

Si no fueran por sus palabras, Daphne no habría sabido que estaba llorando.

En aquel momento se encontraba tan abstraída de su propio cuerpo que no era capaz de notar siquiera el incesante temblor de sus extremidades, debido al frío y la falta de buena comida.

—Por la tarde vendrá una doctora a revisarte, no queremos que contagies de alguna enfermedad a un cliente importante—explicó con simpleza Enzo cruzando los brazos por el frente de su pecho.

A Daphne no le importó o siquiera le interesó, el hecho de que un extraño recorriera su cuerpo ya no le parecía atroz, vergonzoso o aterrador. En ese punto de su vida, ella solo era capaz de mantenerse viva porque su corazón seguía palpitando y sus pulmones se llenaban de aire.

Sin embargo una vaga esperanza brilló en su corazón y alma.

Con algo de suerte tendría alguna enfermedad y dejarían de utilizarla, por fin aquel calvario acabaría.

Jamás, en toda su vida, Daphne había deseado con más ganas estar enferma.

—No te hagas ilusiones, dudo que tengas algo—se burló Enzo acercándose unos pasos más a ella.

Tomándola con fuerza por su antebrazo, la volteó, dejándola expuesta hacia él.

Enzo se inclinó en cuclillas frente a ella, clavando su mirada caramelo en la suya, al mismo tiempo que extendía una mano y tomaba con fuerza el delgado rostro de la mujer.

—¿Por qué me miras así? ¿Dónde está todo ese amor que solías jurar, sentías por mi?—preguntó el chico de cabello castaño.

Con delicadeza se inclinó hacia adelante y presionó un suave beso sobre los carnosos labios de Daphne.

Sin embargo, al retirarse, ella reunió fuerzas de lo más profundo de su ser y escupió su rostro.

Saliva y sangre se deslizaron por el hermoso rostro del hombre frente a ella, dejando un camino marcado a lo largo de sus facciones.

El odio volvió a brillar y bailar en sus ojos, devorando la poca dulzura que parecía surgir de a ratos.

Con brutalidad, él empujó el cuerpo de ella contra la sucia manta, sujetándola con fuerza del delicado cuello.

La poca fuerza que Daphne hacía para respirar no fue suficiente para seguir llenando sus pulmones, una lágrima se deslizó por su rostro mientras observaba como las facciones de la persona que más había amado en toda su vida se volvían salvajes, los ojos color caramelo que ella solía admirar estaban cegados por la ira y el poder.

Besos de Medianoche 2: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora