El creciente y afiebrado hematoma que la pequeña Daphne tenía en su mejilla izquierda, no se comparaba con el que yacía escondido bajo su remera, a la altura de las costillas.
Con cada paso que daba, este enviaba fuertes oleadas punzantes, casi electrizantes, de dolor a lo largo de su cuerpo. Sin embargo no se permitió llorar.
No porque no le generará nada o no le doliera, el verdadero motivo es que se había quedado sin lágrimas.
La noche anterior, Mickol, la pareja más violenta y volátil que su madre había conocido, le dio una paliza hasta cansarse.
¿El motivo?.
Según él, la niña de catorce años le había robado su caja donde guardaba la droga, algo que era completamente falso ya que no había mayor deseo en Daphne, que la muerte de Mickol por sobredosis.
Pero aquello ya lo sabían, tanto su madre cómo aquel cruel hombre, de esto se dio cuenta la pequeña, luego de jurar mil veces no haber tomado la caja.
La dora era una excusa para golpearla y denigrarla, para desahogarse de forma violenta sin sufrir consecuencias.
Sin lágrimas, con la mente vacía y su rostro compungido, caminó por las calles de su barrio con un destino claro. El almacén.
Ignorando todo a su alrededor, caminó con pasos lentos hacia el lugar, retrasando su llegada para así también su regreso.
Aún así y de forma inevitable, llegó al decadente lugar que llamaban almacén. Aquello era sin dudas una fachada, un claro encubrimiento de los verdaderos fines ilícitos del lugar. Pero a la niña no le importaba en lo más mínimo, solo quería pagar e irse.
—Buenos días Travis—saludo ella, mirando al enorme hombre de aspecto osco y sucio, quien le devolvía la mirada con malicia.
Sabía quién la enviaba, y al parecer, Mickol no era despreciado por la pequeña Daphne, también lo era por los gánsteres de la zona.
Esto dejaba a la niña en una posición comprometedora, sin embargo, gracias a su hábil mente podía manejar aquella situación de forma fácil y efectiva.
—¿Qué quieres?—gruñó el hombre en respuesta.
La niña respiró profundamente una vez, antes de responder, hilando las palabras de forma perfecta, consciente de que un error podría acabar con su vida.
—¿Querer? Muchas cosas, en primer lugar que Mickol se bañe. Pero vine aquí por otro asunto—ronroneó la pequeña, arrastrando las palabras, al mismo tiempo que deslizaba una mano tan clara como la luna en su bolsillo andrajoso y retiraba de este un pequeño paquete—Esto es tuyo, lo manda él y pide perdón por la demora.
Sin perder ni un instante, el osco hombre tomó el paquete que la niña arrojó sobre el mugroso mostrador.
—¿Acaso Mickol perdió las pelotas que manda a una niña a resolver sus asuntos?—escupió el hombre luego de contar el dinero y guardarlo en su bolsillo junto a un rollo de dinero.
La pequeña niña podría haberse desmayado de tranquilidad al notar que había enviado todo el dinero y no solo una parte de este.
—La pregunta es ¿Cuándo tuvo pelotas?—ronroneó en respuesta Daphne.
Aquellas palabras arrancaron una risa profunda desde el pecho del hombre.
—Esa lengua viperina te traerá muchos problemas, niña... mejor mantenla dentro de tu boca—aconsejó el hombre haciendo un vago gesto con la mano para que se marchara.
Ella elevó sus hombros dando a entender que no le importaban las consecuencias de sus palabras, al mismo tiempo que daba media vuelta y se marchaba del lugar.
ESTÁS LEYENDO
Besos de Medianoche 2: Caos
Storie d'amoreLa agente Daphne Moon es secuestrada por el obsesionado investigador privado, Erick Sowler. Dorian y Luca comienzan su desesperada búsqueda mientras lidian con la llegada de Aiden y la cacería de la agencia, quienes buscan al exiliado agente por inf...