#𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎

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—Vuélvete a quedar conmigo por favor Jaemin, no quiero que estés solo hoy, por favor —rogó el rubio jalando de la manga de su amigo.

—Déjame, voy a estar bien —insistió arrastrándolo por la calle, varias personas se les quedaban viendo por la extraña escena que montaban los dos chicos.

—No salgas de casa entonces no es seguro —Jaemin giró los ojos hacia el mayor y bufó.

—Lo sé, no eres mi madre... —gruñó dándose por vencido. Pararon frente el departamento de Jaemin. Jeno miró sus pies pensando si dejar a su amigo solo en un lugar más peligroso era una buena idea.

¿Por qué un lugar peligroso? La mayoría de los asesinatos habían sido cerca del lugar.

—Vete a casa —ordenó Jaemin entrando por la gran puerta de cristal. Jeno asintió en silencio y dio media vuelta para dirigirse a su hogar.

—Juro que si sales, te mato —regañó Jeno desde lejos. El menor le sacó la lengua y se despidió con la mano.

Jaemin entró silenciosamente a la recepción de el lugar, como siempre, una jovencita delgada se encontraba en su computadora del otro lado de un escritorio.

Tomó el ascensor para poder llegar a su casa más rápido. Antes de entrar miró si alguien más venía, al asegurarse apretó una combinación de números.

3... 5... 4... 3... 1... 1... 3...

Las puertas se cerraron y las luces se apagaron. El ascensor se movía, pero no hacia arriba, sino que hacia abajo.

Gritos y sollozos se empezaban a escuchar muy a lo lejos cada vez haciéndose más fuertes.

Las luces se prendía y apagaban. Cualquier persona diría que no es normal. El lugar es algo antiguo y el elevador no es moderno, es algo rústico, podría tener los focos fundidos esta vez; pero no, es normal. Por lo menos para Jaemin es normal.

Es ascensor paró y tardó unos segundos en abrirse. El pelinegro se colocó una máscara blanca de gato con cruces negras pintadas en los ojos y una sonrisa amplia dibujada. La ajustó alrededor de su cabeza al mismo tiempo que abría una puerta negra en frente de él.

Infierno

Los gritos pararon cuando Jaemin caminó dentro de la extensa habitación con jaulas enormes, aproximadamente dos o tres personas en cada una de ellas. Todas en muy mal estado.

Manchas de sangre casi por todos lados. El lugar era bastante oscuro y frío.

Al centro una mesa con hojas desordenadas. Y al fondo un extenso armario con un candado puesto.

—Zhong —agregó Jaemin esbozando una sonrisa detrás de la máscara al ver a un hombre sentado en la mesa escribiendo algo. El mencionado dirigió su mirada a el contrario. Este llevaba una máscara de un conejo blanco—. ¿Haces tarea? —preguntó acercándose a la mesa.

—Eso intentaba, pero con los gritos de todos aquí... —se detuvo a mirar a los enjaulados—. No me puedo concentrar —terminó por decir.

—¿Por qué la haces acá abajo? —volvió a preguntar.

—Sabía que hoy bajarías entonces aproveché para esperarte y de una vez hacía la tarea.

—¿Y por qué me esperas? ¿Qué tienes para mí esta vez?

—Ya tengo el distorsionador de voz que me pediste, ya podemos hacer el video —agregó el menor con algo de emoción en su voz.

—Fuiste rápido... —felicitó Jaemin—. ¿Podrás reproducirlo en todos los dispositivos y televisiones al mismo tiempo?

—¿Estás viendo con quién hablas? Claro que sí, todos los canales se interrumpirán con el mensaje —afirmó el pelinaranja orgulloso de sí mismo.

Jaemin sonrió bajo la máscara, se consiguió a el mejor compañero y encima excelente con las computadoras.

—Por favor... —sollozó una mujer cuando hubo un momento de silencio—, d-déjame... Salir —lloró con fuerza agarrando las barras de su celda.

Ambos chicos se miraron y el menor suspiró.

—Lleva rato así, cuando llegue intento escapar —comentó Zhong sin darle importancia y volvió su mirada a sus cuadernos.

—Mmm... Mira cariño... No puedes salir y tampoco puedes intentarlo, sabes las consecuencias... —Jaemin jugó con sus dedos viendo disimuladamente a la mujer llorar.

—¡Quiero ver a mi hija! —gritó la mujer. Dos mujeres detrás de ella le taparon la boca al decir eso.

Zhong miro a Jaemin y este le devolvió la mirada.

—No lo sé JM.Zero, ya le has dado muchas oportunidades ¿No crees? —Zhong habló por sobre los sollozos de las personas que admiraban la escena desde sus celdas.

—Mmm... No lo sé, me cae bien —dijo inocentemente el pelinegro. Se sentó sobre la mesa y alcanzo algo con su mano, cosa que hizo sonreír a Zhong bajo la máscara una vez más.

—Por favor, no me hagas nada... Déjame ir, te lo suplico —rogó la mujer.

—¿Quieres irte? —preguntó Jaemin, a lo que ella asintió dos veces—. Bien, Zhong abre la celda y déjala ir —ordenó el mayor.

El menor se paró y caminó hacia la celda donde se encontraba la mujer. Abrió la puerta y desencadenó a la mujer dejándola libre. Esta corrió torpemente lejos de la celda y de los dos chicos con máscara.

Corrió hacia la puerta cuando se escucharon dos disparos y la mujer cayó a el suelo. Lloraba desconsoladamente por el dolor en su pierna que le impedía moverse.

Jaemin se paró de la mesa y con la pistola en mano caminó tranquilamente hacía la mujer.

—¿Últimas palabras? —dijo apuntando a su cabeza.

—Eres un monstruo —dijo con lágrimas en sus ojos.

—Gracias, me lo dicen a menudo —sonrió y disparó en su frente dejándola sin vida al instante.

—Estas loco —rio el pelinaranja atrás de él—. Por un momento pensé que la dejarías libre.

—Ya me tenía harto —suspiró levantando el cuerpo de la chica—. ¿Hacemos el vídeo?

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#𝐇𝐄𝐋𝐋𝐄𝐕𝐀𝐓𝐎𝐑¡! - 𝐍𝐂𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora