Capítulo 14

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En cuestión de segundos ya estaba detrás de él sujetándolo con firmeza por la espalda para impedir que salga corriendo.

- Suéltame Iván, ¡suéltame! – me exigió colérico al notar que no podía liberarse de mi agarre

- No, no voy a soltarte – le informé con severidad – y baja el tono con el que te diriges a mí que el único que va a exigir algo aquí soy yo, así que compórtate

La paciencia no es una de mis virtudes y por lo visto tampoco es una de las suyas porque lejos de calmarnos nos fuimos alterando cada vez más.

- REALMENTE ERES UN TONTO... ¡TE DIGO QUE ME SUELTES! – gritó exasperado incluso lanzando patadas al aire – LO QUE ESTE ANIMAL HAGA CON SU VIDA NO ES PROBLEMA TUYO

- AH NO, ESO SI QUE NO NIÑO, A MI NO ME LEVANTAS LA VOZ NI ME FALTAS AL RESPETO – amenacé con dureza, pero él ni se inmuto, él solo continuó contorsionándose y lanzando patadas en el aire

Su actitud me está enloqueciendo por completo, estoy acostumbrado a obtener obediencia inmediata y de forma sumisa con solo pedirlo, al menos así era con mi hijo quien ni en sueños se habría atrevido a desafiarme de esta manera, pero no, Asiel tiene que ser tan... tan testarudo.

- YA CÁLMATE – ordené frustrado pues nada de lo que yo hacía para controlar su arrebato de ira parecía funcionar

- NOOOOO... ¡¡¡QUIERO QUE ME SUELTES!!! – me gritó usando todas sus fuerzas hasta perder su voz

Escuchar como su voz se apagó en un gemido lastimero me trajo de regreso a la realidad, me devolvió algo de la lucidez que había perdido en medio de toda esta locura. Estábamos tan inmersos en nuestra batalla que no me percaté de la estupidez que estábamos haciendo.

No fue hasta este momento que comprendí que nos encontrábamos afuera, lejos de la privacidad de la cabaña y a muy pocos pasos del grupo de rescatistas. Tuvimos mucha suerte de que ellos no nos escucharan pelear, sin embargo, si seguíamos así más temprano que tarde llamaríamos su atención y eso era lo último que Asiel y yo queríamos así que como pude cargué a Asiel colocando su vientre sobre mi hombro e inmediatamente lo llevé de regreso al interior de la cabaña.

- Iván, qué estás haciendo, bájame – me ordenó casi afónico cuando se descubrió a sí mismo boca abajo sobre mi hombro

Claramente la idea no le gustó en lo más mínimo y como yo no di señales de cumplir con su pedido él decidió que no me lo pondría fácil, comenzó a contorsionarse y a sacudirse esperando que así yo lo dejé en el suelo, incluso me gruñó todo el camino de regreso a la cabaña, pese a todo eso logré meterlo dentro de la cabaña.

- Bájame Iván, te digo que me bajes – me exigió esforzándose mucho por hacer escuchar su voz enronquecida – no tienes derecho a tenerme aquí encerrado

- No voy a bajarte hasta que te calmes y ya deja de gritar, estas lastimándote – le regañé mientras esta vez me aseguraba de cerrar la puerta con llave, pero eso lejos de calmarlo solo lo enfureció aún más

Él aún no está dispuesto a perder y en vista de que yo dejé muy claro que no planeaba dejarlo sobre el suelo hasta que se calme, empezó a soltar patadas y a golpear mi espalda con los puños cerrados.

Asiel es delgado, demasiado y está herido, sin embargo, aún cuenta con la fuerza y el brío que le da su juventud o su lado animal, la verdad no lo sé, como sea, los golpes y las patadas que lanzaba no eran un juego y comenzaba a hacerme daño.

Toda esta descomunal rabieta solo consiguió que mi enojo se avive una vez más, no obstante, en medio de todo esto algo de cordura llegó a mi cerebro y me vi obligado a alargar mi paciencia una vez más. Asiel está herido y si continúa con la rabieta terminará haciéndose daño, podría conseguir que las heridas en su cuello se abran por completo y se desangre o que el absceso en su mano reviente, sin mencionar lo lastimada que ya debe tener la garganta con tanto grito.

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