Capítulo 31

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— ¿A mí? – pregunté extremadamente confundido.

Para mí no tiene el menor sentido, no hay una sola razón por lo que ambos debamos sostener una conversación y menos una a solas. Para ser honesto incluso llegué a pensar que no le agrado, el día que fuimos a la empresa de su padre fue distante y reservado, al menos conmigo. Nosotros apenas e intercambiamos unas pocas palabras.

— Sí – confirmó él con una sonrisa afable – ¿puedo pasar?

No supe que hacer e instintivamente miré hacia atrás. No veo a mi cachorro por ningún lado, parece que se escondió bien, sin embargo, si dejo que alguien que él no conoce pase no sé como lo tomará.

Si bien es cierto que últimamente se siente menos intranquilo cada vez que ve a los vecinos de Sean pasar frente a la casa, esto es completamente diferente. Dejar entrar a otro "humano" a un lugar que él considera seguro no sé si sea una buena idea.

Por otro lado, impedir su entrada sería como confirmar que los humanos somos peligrosos o al menos que este humano en específico lo es. No conozco a Jared, pero creo que no sería justo darle el papel de villano tan pronto, más cuando se que Sean le tiene mucho aprecio.

— No te quitaré mucho tiempo, yo solo estoy de paso – insistió ante mi titubeo – me gustaría dejarte algunas cosas y luego me iré, lo prometo.

Tan pronto como lo dijo me percaté que en el suelo junto a sus pies hay una caja de cartón corrugado algo grande, está cerrada así que no puedo ver que contiene, no obstante, se ve pesada. Además sobre esta hay otra caja mucho más pequeña y colorida, yo diría que es de una pastelería.

Por supuesto no iba a dejarlo con todo eso afuera, traerlo hasta acá con este calor ya debió ser agotador.

— Pasa – le dije rendido, abrí la puerta de par a par y me hice a un lado para que el pueda entrar – ¿necesitas ayuda con eso...?

— Descuida, estoy bien, lo tengo controlado – eso dijo mientras levantó ambas cajas juntas, mas no me parece.

En sus brazos esa caja se ve incluso de mayor volumen y más pesada, y él, no quiero ser irrespetuoso pero no parece alguien que se ejercite mucho, se ve delgado, no, más bien se ve delicado y siento que debería ayudar.

Para mi sorpresa él ingresó a la casa cargando ambas cajas sin ningún problema, incluso con Dorito como obstáculo que no dejó de soltar ladridos agudos de emoción mientras avanza brincando y dando vueltas de felicidad a su alrededor.

Al llegar a la sala dejó ambas cajas juntas sobre uno de los sofás y finalmente pudo complacer al perro a quien le entregó unos minutos de su tiempo. Lo acarició, le rascó detrás de las orejas hasta conseguir que el perro termine en el suelo ofreciéndole su vientre para que continúe con las caricias, y en todo momento acompañó sus acciones con empalagosas palabras de elogio y cariño.

Después de algunos minutos el perro finalmente se sentó a sus pies, menos exaltado aunque aún batiendo su cola sobre el suelo, incapaz de esconder lo contento que se siente por verlo. Entonces Jared aprovechó el momento para sacudirse las manos y dirigirse a mí.

— Son donas glaseadas – me informó señalando la colorida caja más pequeña y menos voluminosa que esta encima – Danny podría enfadarse conmigo si sabe que vine y no le traje nada.

Tal como lo supuse esa segunda caja provino de una pastelería, ahora puedo ver el nombre de la misma en la cubierta superior, sin embargo, antes de que pueda terminar de leer el nombre él retiró esa caja de mi vista y así sin más se dirigió a la cocina llevando la caja en las manos.

Una razón para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora