Capítulo 23

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Teriantropía o teriomorfismo es la palabra que se usa para explicar la habilidad que poseen algunos seres humanos de transformarse en cualquier animal, por supuesto en un contexto mitológico o espiritual. En la realidad en la que vivimos este tipo de transformaciones no son posibles, están fuera de toda lógica pues no se ajusta a ningún fenómeno natural o científico que la ciencia haya podido demostrar... al menos no hasta ahora.

Es algo más propio de la literatura donde se han creado tantas historias, algunas más famosas que otras como los hombres lobo o licántropos, pero no deja de ser eso, literatura, o eso creía yo.

Ver a Asiel transformarse es algo a lo que aún no termino de acostumbrarme, sin embargo, como es algo que solo ha sucedido en contadas ocasiones y en momentos muy específicos es algo que creo puedo manejar, no me causa tanto conflicto. Además cuando sucede es casi de forma instantánea, en un abrir y cerrar de ojos él solo aparece delante de mí transformado y eso me ha permitido mantener ambos aspectos de él por separado, es decir, cuando lo veo transformado ya sea en su forma humana o en su forma animal puedo olvidar que tiene la capacidad de transformarse y entonces solo debo lidiar con uno u otro.

Ahora bien, verlo aparecer frente a mí mostrándose de esta forma tan... tan... cruda, enseñando al mismo tiempo esa dualidad zorro-humano que él posee es algo con lo que no sé cómo lidiar, esto no tiene el menor sentido para mí... yo simplemente no sé cómo manejarlo.

Mi cerebro no puede terminar de procesar lo que vemos, ¿él es un zorro o es un humano?, o no es ninguno. Pero si no es ninguno entonces, ¿qué es él?

- ¿Por qué estás aquí y no arriba conmigo? – Asiel interrumpió mis pensamientos con su reproche, se ve bastante molesto con ese perfecto puchero de enfado en los labios o ese ceño fruncido que lo acompaña

Antes de que pueda pensar en una respuesta él se abrió paso a mi regazo y simplemente se sentó allí, con los brazos rodeó mi cuello y se aferró a mí con todas sus fuerzas.

- No me puedes dejar solo, Iván, lo prometiste – me recordó en medio de gimoteos lastimeros al mismo tiempo que restriega su rostro en mi pecho

- ...N-no te deje, solo vine a desayunar mientras tu dormías – expliqué para tratar de tranquilizarlo, ni siquiera sé como lo hice, yo solo logré articular una respuesta para él – pensaba volver a subir al terminar

Pese a que él está sentado en mi regazo y sé que ahora mismo busca que yo lo estreche entre mis brazos, yo no lo hago, no puedo, yo solo permanezco rígido e inamovible en la misma posición. Al parecer mi cuerpo tampoco ha podido procesar esta nueva información.

De pronto comencé a sentir como Asiel inhala profundamente sobre mi cuello, exactamente en el espacio entre mi cuello y mi hombro. No sé lo que intenta hacer solo sé que sin respetar mi espacio personal él hunde su nariz en mi piel y no deja de aspirar o de restregar su rostro en mi pecho, casi como si tratara de impregnarse en mi aroma.

- Cuando desperté y no te vi pensé que te habías ido... me asuste mucho, Iván, mucho, muuucho – me aseguró con un tono de voz muy mimoso casi aniñado

Quiero concentrarme en lo que él me dice, de verdad quiero hacerlo, sin embargo, no puedo una de sus peludas y puntiagudas orejas roza mi mejilla y me produce comezón. Ese simplemente acto no me permite pensar en nada más que en ese pequeño punto de contacto... quiero rascarme... quiero alejarlo... quiero tocarlo.

- ¿Puedo tocarlos?, Asiel, ¿puedo?, ¿puedo? – pidió Danny con mucho interés e insistencia

Giré mi rostro robóticamente hacia donde provenía esa voz y me di cuenta que Danny está a mi lado. Ni siquiera sé en qué momento abandonó su asiento, solo sé que ahora mismo ella está parada sobre la silla vacía a mi lado, dando pequeños brincos por la emoción.

Una razón para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora