Capítulo 2

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No es irónico como a veces necesitamos que el tiempo pase más rápido, pero en lugar de eso el tiempo transcurre de una manera tan lenta que se convierte en una verdadera tortura, sin embargo, cuando buscamos lo contrario el tiempo corre tan aprisa que en un abrir y cerrar de ojos todo se acaba. Eso precisamente fue lo que acababa de suceder, realmente no deseaba viajar y esperaba no alcanzar el vuelo, pero a pesar de haber salido al límite de la hora o del interminable congestionamiento vehicular como consecuencia de las protestas callejeras de las personas que tomaron las calles exigiendo sus derechos, logré llegar al aeropuerto a tiempo y gracias a que hubo un retraso en mi vuelo hasta me sobraron algunos minutos.

Sé que habría sido mejor y más ético ser honesto con mi amigo e incluso conmigo mismo, rechazando su invitación de forma clara y concisa, sin rodeos, el instante mismo que él me hizo la propuesta, pero no lo hice, no pude hacerlo, en ese momento sus argumentos parecían tan razonables que simplemente no supe como refutarlos.

Además había pasado tanto tiempo desde la última vez que vi a mi amigo o que escuche alguna noticia suya, totalmente mi culpa debo añadir pues sé muy bien que mientras él se esforzaba por contactarme yo simplemente lo saqué de mi vida. Al final creo que me ganó la culpa, en el pasado me había comportado como un completo idiota con él aun cuando no se lo merecía y a pesar de eso, él aun me consideraba su amigo y no dudó en mostrar genuina preocupación por mí ofreciéndome su apoyo, su casa y su hombro. Su actitud me impresiono tanto que yo simplemente no pude decir que no, aunque ahora sin tanto licor en mis venas comienzo a ver que fue una pésima decisión.

Después de hacer el respectivo check-in me dirigí a la zona de pre embarque. Allí la pequeña sala que estaba designada para mi vuelo ya estaba completamente abarrotada de gente, no quedaba un solo asiento vacío y la gran mayoría esperaba de pie. Dejando salir un resoplido camine hasta la esquina más alejada con toda la intención de mantenerme a una distancia prudente del resto de la multitud, pero que aun me permita estar al pendiente del momento en el que deba abordar el avión.

No necesite esperar mucho tiempo de pie, solo fue cuestión de minutos, diez como máximo hasta que por medio del altavoz nos avisaron que ya podíamos abordar. Inmediatamente todos los pasajeros comenzaron a formarse en una sola fila para poder ingresar y yo no fui la excepción.

- Buenos días señor, me permite su pasaporte y pase de abordar – me atendió una atractiva y estilizada mujer que lucía de forma impecable el ceñido uniforme de la aerolínea, ofreciéndome una de sus mejores sonrisas fingidas

Sin responder a su saludo, saque del bolsillo de mi abrigo el pase de abordar junto a mi pasaporte y los dejé en la mano que ella tenía extendida hacia mí.

- Señor... Reimann, Iván Reimann – afirmó con sorpresa tras leer mi nombre en el pasaporte e inmediatamente una expresión que conocía a la perfección se dibujo en su rostro: interés – usted es...

- No – corte el discurso de esta de forma tajante, no era la primera vez que vivía una situación similar, en realidad me ha sucedido con más frecuencia de lo que puedo tolerar, una razón más por las que odio volar

- Pero aquí dice que... – insistió una vez más, pero antes de que complete la frase yo volví a interrumpir

- Sí, me llamo Iván Reimann, pero no tengo ninguna relación con esa familia, solo es un homónimo. En realidad tengo un nombre alemán bastante común, es casi un cliché

- Claro Sr. Reimann, como usted diga – me dijo en tono empalagoso e incluso se atrevió a guiñar uno de sus ojos con un aire de complicidad, una actitud que comienza a irritarme pues la interesada aeromoza no deja de actuar como si yo fuera el boleto premiado de la lotería y ella la afortunada que lo acaba de ganar – podría quitarse las gafas de sol, solo será un momento mientras reviso su pasaporte – me pidió sonriendo de forma coqueta

Una razón para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora