Capítulo 30

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- ¡IVÁN!

Ese grito puso en alerta todos mis sentidos, preocupado deje caer la toalla con la que secaba mis manos, salí del baño a toda prisa y me dirigí a la planta baja, donde dejé a mi cachorro.

Bajé las gradas con mucha prisa tanta que a mitad de camino resbalé y si no caí fue solo porque mis reflejos me permitieron sujetarme del barandal a tiempo. Con un poco más de cuidado descendí los escalones que restaban hasta llegar a la planta baja.

- ¡Ivááán! – volvió a gritar y esta vez su llamado sonó mas agónico

- Cachorro, ¿dónde estás? – pregunté en vista de que mis ojos no me permiten identificar donde se encuentra

- Ivááán, Iván estoy aquííí – gimoteó con una mezcla de angustia y alivio tan pronto como me escuchó, olvidando darme más información sobre su ubicación

- Aquí, dónde – cuestioné con impaciencia mientras me dirijo a la cocina de donde, me parece, proviene su voz

Igual a una mascota que se entusiasma por ver llegar a su dueño, así es como Asiel me ve en este momento. Solo le faltan las puntiagudas orejas sobre su cabeza o esa frondosa cola suya, estoy convencido que de llevarla ahora mismo la estaría batiendo de lado a lado con bastante entusiasmo, incapaz de esconder lo feliz que se encuentra por verme.

- ¡¡¡Aquí!!! – repitió y esta vez no dudo en agitar efusivamente sus manos en el aire para mostrarme su posición

Maldición, esa sonrisa, es tan grande que dejó sus hoyuelos perfectamente marcados en sus mejillas, lo hacen ver tan tierno que faltó poco para robarme una sonrisa genuina. Debo ser más cuidadoso él no está feliz de verme solo está feliz porque está en problemas y necesita mi ayuda, eso es todo.

- Cachorro, se puede saber qué haces ahí arriba – reprendí disconforme, no puedo creer que Asiel se encuentre de pie sobre la encimera de la cocina..., otra vez

- Mmm... – él solo me respondió con un gimoteo e inmediatamente cambió su sonrisa por un puchero culpable

No es necesario hacer un profundo análisis para deducir qué fue lo que sucedió aquí. Es evidente que con la ayuda de una silla Asiel logró subir a la encimera, la misma silla que accidentalmente debió patear al momento de subir dejándola lo suficientemente lejos de su alcance como para poder usarla una vez más al momento de bajar, quedando atrapado sobre la encimera.

Lo que no sé es por qué lo hizo esta vez.

Por lo pronto me enfocaré en bajarlo ya tendré tiempo para descubrir el porqué. Retiré la silla que obstruye el paso, la empujé lejos del área de la cocina y una vez con el camino despejado avance hasta quedar parado frente a mi cachorro.

Solo tuve que extender mis brazos e inmediatamente él se agachó un poco para que yo pueda tomarlo por debajo de las axilas y así ayudarlo a bajar.

- Me puedes explicar que hacías allí arriba, creo haberte dejado en la sala – reprendí con seriedad, revisando que no hubiese terminado herido con su travesura

Últimamente subirse a lugares que están completamente fuera de su alcance o meterse en espacios tan reducidos en tamaño que ni transformado en su versión más compacta podría alcanzar, se han convertido en sus pasatiempos favoritos. Y el problema es que, además de ser peligroso, cada vez que quiere bajar de esos lugares o salir de esos espacios, no puede, y soy yo quien debe correr a socorrerlo.

- Es que me dio sed – se excusó poniendo pucheros – quería tomar agüita

- Y no podías esperar a que regrese

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