Capítulo 28

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- Iván, esa postura no le hará nada bien a tu columna, deberías levantarte si no quieres un dolor en el cuello...

Escucho a Lisbeth hablándome o más bien sermoneándome, su voz algo difuminada llega hasta mis oídos y aunque puedo entender lo que me dice, no me apetece escuchar. Todo lo que dice se siente solo como ruido.

No es nada personal contra ella es solo que hoy no estoy del mejor humor, en realidad, estoy bastante irritable y todo me molesta. Desde ayer por la noche un fuerte dolor de cabeza me aqueja y no importa lo que tome o haga para eliminarlo, el dolor simplemente no se va, se rehúsa a abandonarme.

- Iván, ¿estás escuchándome? – con uno de sus dedos Lisbeth da pequeños toques sobre mi hombro – Iván, Iván... ¿Iván?

Por supuesto que escucho, pero prefiero solo continuar ignorándola. Me hago el desentendido y finjo no escuchar nada porque de verdad no quiero moverme, no tengo fuerzas para hacerlo, estoy agotado y lo peor es que el más mínimo movimiento empeora mi dolor, hace que martillee con tanta fuerza que por momentos me da la impresión que finalmente mi cabeza estallará en miles de pedazos.

Si eso llegara a suceder quizás no sería tan malo, no lo sé, todavía no lo he decidido, en este punto creo que podría ser la solución a todos mis problemas.

Como sea, cada célula de mi cuerpo se niega a abandonar la posición en la que nos encontramos justo ahora, incluso si por mi mala postura la sangre deja de llegar a mis brazos tal como acaba de mencionar Lisbeth. Nada hará que yo me mueva.

- ¿Qué pasó, ya se murió? – cuestionó Sean con tranquilidad aproximándose hacia nosotros – no te preocupes sé como revivirlo, permíteme

Lisbeth se hizo a un lado, lo sé porque de pronto ese gentil pero molesto toque en mi hombro fue reemplazado por un brusco movimiento que irónicamente me llevó de regreso a otra época de mi vida. Cuando éramos niños.

Cada vez que Sean intentaba llamar mi atención y yo lo ignoraba ya sea porque me encontraba estudiando, haciendo una tarea o simplemente porque estaba enojado con él, esto era justo lo que él solía hacer: se paraba detrás de mí, me sujetaba firmemente por los hombros y con algo de fuerza, ahora con mucho más fuerza que entonces, me sacudía y no se detenía hasta que yo le dé "señales de vida".

- Mhg... qué – finalmente exclamé irritado, tratando de impregnar todo mi enfado en esa interrogante aunque gracias a lo que hizo Sean me fue imposible conseguirlo

Maldición Sean, por qué haces cosas que me hacen recordar tiempos más simples... y más felices. No ves que solo quiero hundirme en mi propio dolor.

- C-a-f-é – me respondió articulando muy bien cada letra de esa palabra, acercando una humeante taza con café a mi rostro para que pueda sentir ese fragante aroma. Intenso, muy intenso – está bien cargado, te reavivará

No necesité que diga nada más, como un zombie me incorporé de la mesa donde había recargado mi cabeza y prácticamente la mitad de mi cuerpo, y sin dudarlo un solo segundo estiré mis brazos hasta alcanzar la taza de café, la misma que llevé a mi boca con urgencia.

Ah, café. Jamás le diría que no una buena taza de café, menos cuando la necesito con tanta urgencia.

A pesar de estar caliente bebí al menos la mitad de un solo trago y habría continuado hasta terminar con todo el café de no ser porque me vi obligado a detenerme. Inesperadamente noté una desagradable sensación de debilidad en mis brazos que va en aumento además de un molesto hormigueo que se extiende rápidamente por mis manos.

Una razón para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora