Una razón para vivir

Capítulo 16

Cuando estuve frente a la casa de Sean, antes de llamar a la puerta decidí llamar a Sean por teléfono, me preocupaba que aun tuviera a su ex-familia política invadiendo su casa, para mi alegría ninguno de ellos se encontraba allí. Inmediatamente Sean salió a recibirme, abriendo la puerta del garaje para que yo pueda ingresar.

Se veía aliviado por verme regresar, sin embargo, mientras más me iba acercando más pude notar como su semblante fue cambiando de forma radical desde una alegre sonrisa amistosa a una perturbada expresión de negación y enfado. En ese momento recordé que había algunos-muchos raspones profundos decorando el lateral derecho de su camioneta.

- Pero... ¿qué fue lo que sucedió?, ¡¿qué le pasó a mi camioneta?! – me reclamó tan pronto como me vio salir de su camioneta

- Te juro que pagaré todos los daños – le aseguré con prisa, cortando rápidamente los reclamos de Sean – por ahora eso no es importante, ¿dónde está Lisbeth? Ella es doctora, ¿no es así? – le dije sonando mucho más preocupado de lo que creí estar, por lo que él no dudó en regalarme toda su atención

- Sí, eso creo, es fisioterapeuta, pero eso que tiene que ver – me cuestionó sin comprender el propósito de mi pregunta

- ¿Dónde está?, por favor, pídele que venga – insistí esperando que lo haga sin hacerme más cuestionamientos

- Está arriba durmiendo a Andy – me respondió tan o mas perdido que al inicio de nuestra conversación – Andy ha estado de muy mal humor, por culpa del festejo navideño no logró dormir en sus horas ni mucho menos pudo dormir todas sus horas y...

- Por favor, dile que venga, necesito su ayuda – interrumpí su relato con algo de impaciencia, no intento ser grosero, pero en este momento solo tengo cabeza para pensar en Asiel. Regresé a la camioneta y saqué la mochila – necesitamos su ayuda – rectifiqué abriendo la mochila para enseñarle el contenido de la misma

Sean se asomó un poco para ver que llevo al interior, pero al ver lo que hay dentro de la mochila, asustado, retrocedió un par de pasos.

- Iván, pero que has hecho – me reclamó con los ojos completamente abiertos y sujetando su cabeza con ambas manos – se que se ve inofensivo como un perrito porque aun es muy joven, pero no lo es, es un animal silvestre... me parece que es... es... ¡es un zorro! – me dijo como si yo no lo supiera ya

- Lo sé, sé que es un zorro, pero no se encuentra bien y por eso necesito que Lisbeth lo revise – insistí esperando que él comprenda

- Lissy es fisioterapeuta – me recordó usando un tono de obviedad por demás molesto – lo que ese animal necesita es un veterinario y no uno cualquiera, uno especializado en fauna silvestre

- No lo llames así – le regañé recordando que a Asiel no le gusta ese apelativo – es un zorro

- Iván, eso es lo de menos, no puedes solo recoger un animal silvestre del bosque y traerlo a casa, ¡aquí hay niños pequeños! – me recriminó ignorando por completo mi pedido, aunque honestamente no comprendo que tienen que ver los niños en todo esto – acaso no te das cuenta – me cuestionó seguro al notar mi expresión de confusión – ese animal a vivido toda su vida en medio del bosque no sabemos a que estuvo expuesto ni sabemos qué clase de enfermedades tendrá, pero como mínimo debe estar lleno de piojos o garrapatas que podría pasárselos fácilmente a los niños... y... ¿esa... esa es mi mochila y... mi chaqueta? ¡lo metiste dentro de mi mochila, junto con mis pertenencias! – me reclamó exasperado mientras sacudía la cabeza de lado a lado en señal de desaprobación

- Él no tiene parásitos o piojos – afirmé inmediatamente con convicción y con tono ofendido

- Es un animal silvestre, claro que los tiene – me refutó con igual o mayor convicción a la mía – además lo que hiciste aquí se considera un delito, debemos llevarlo de regreso a donde lo encontraste