Capítulo 5.

1.5K 175 4
                                    

Cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti.
Friedrich Nietzsche

Macarena. (Valentina)

La primera noche que perseguí a Mariana, juré que era un momento de locura.

Y este es otro, aquí y ahora.

Hay ese familiar desenfreno detrás de mis ojos mientras aprieto la frente contra el cristal de la ventana de mi habitación. Me hace palpitar la sien. Mis fosas nasales se agitan. Y lo siento. Lo siento a través de mí.

Afuera está lloviendo a cántaros, una de esas extrañas tormentas que pasan cuando llega el verano. El agua rebota contra la cubierta de la piscina en el patio de abajo. Puedo oír su golpeteo. Puedo sentirla.

La primera noche que la perseguí llovía. Mis botas se deslizaron por el barro mientras subía a toda velocidad por la ladera de la colina tras ella. Era rápida, incluso descalza.

Pero yo era más rápida.

Mariana no cayó fácilmente.

A veces sus uñas me sacaban sangre. A veces era tan feroz que me convertía en una bestia de verdad, simplemente porque tenía que hacerlo. A veces incluso me creía sus gritos.

A veces me daba igual.

Mi aliento empaña el cristal mientras me bajo la cremallera del jean. Mi puño se enrosca en torno a la carne y el metal, las púas de mi polla lanzan chispas directamente a mis bolas. Otro de los legados de Mariana.

Pero no es en Mariana en quien pienso esta noche mientras trabajo mi polla. No son los ojos de Mariana los que imagino mirándome fijamente y con miedo.

Excitada.

Estoy imaginando a una extraña. Creando una fantasía a partir de nada más que una foto oscura en Internet.

Mi adrenalina se dispara.

Mi puño también.

Es suficiente.

Más que suficiente.

Me duelen las bolas y se me tensan. Mi mandíbula está apretada con fuerza.

Me pregunto si estará preparada cuando la agarre. Me pregunto si estará preparada para la forma en que mi cuerpo golpeará el suyo y le robará el aliento. Le robará todo.

Me pregunto si me rogará que pare.

Juliana.

Un pajarito roto.

Hubiera sido tan fácil para ella mentir, pero no lo hizo. Sé que no lo hizo.

La siento.

A ella.

La más extraña conexión a través de nada más que un texto.

Desesperada y defectuosa.

Jodida.

Dos extrañas rodeando la oscuridad de la otra mientras nuestros demonios se saludan.

Quiero romperla.

Se sentirá tan bien romperla.

Castigarla como debería haber castigado a Mariana.

Quiero inmovilizarla y tomar su cuerpo hasta que finalmente su alma deje de correr.

Quiero forzar mi camino dentro de ella, lo suficientemente profundo como para hacerla gritar. Quiero golpearla hasta que no pueda respirar, hasta que no haya nada más que yo. Todo yo. Solo yo.

𝐂𝐚𝐫𝐧𝐚𝐝𝐚 ; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora