Capítulo 27.

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No me ocupo de las amenazas y los ultimátum.
Yair Lapid

VALENTINA

Le diré todo. Toda la triste historia.

Le mostraré todo.

Pronto.

Y tal vez, solo tal vez, nuestras partes rotas encajen lo suficiente como para arreglarnos a las dos.

Es una posibilidad remota, pero no siempre lo es.

Todavía estoy en alerta máxima cuando salgo por donde entré. Me aseguro de que la puerta de entrada esté cerrada tal como la encontré, y luego cruzo la calle hacia mi camioneta con una última mirada a la ventana de su salón.

No sé qué es lo primero que me produce un escalofrío. La sensación de estar siendo observada, o tal vez el familiar vehículo detenido justo al final de la calle.

Me he acercado lo suficiente para leer la matrícula cuando oigo sus pasos detrás de mí. Reconocería ese paso en cualquier lugar.

En cualquier jodido lugar.

Su voz es arrastrada y escupe rabia cuando llega.

—Apenas un puto año y ya has seguido adelante como si ella no fuera nada.

No espera toda la fuerza de mi peso mientras lo desvío hacia atrás. No está preparado para el veneno con el que lo levanto del suelo y lo golpeo contra su camioneta.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí, Guillermo?

Se abalanza sobre mí, pero falla.

—Te he seguido, estúpida. Quería ver a dónde ibas.

—Eso es una mierda —rujo—. Habría visto tu puta camioneta a una milla de distancia.

Sus ojos son como brazas.

—Tienes un puto rastreador, imbécil.

—Genial. Felicidades, me has encontrado en el GPS. Y ahora puedes seguir tu puto camino.

—¿Cómo se llama?

Mi pulso es frenético. Glacial.

—Ella no es de tu maldita incumbencia.

Se burla.

—Ella es el maldito asunto de toda esta noche. El edificio de enfrente tiene unos putos andamios. Ya he visto el puto culo de la puta sucia, ¿qué pasa con un maldito nombre?

—Cierra la puta boca.

Pero no lo hace. Nunca lo hace.

—No me extraña que Mariana quería irse. No es de extrañar que me rogara que la llevara. Eres una puta asquerosa. Siempre lo has sido, joder.

—Cuidado —gruño—. Cuidado con lo que dices, joder.

Se las arregla para deslizar su mano bajo la mía, se retuerce lo suficiente como para alejarme. Lo veo tropezar unos pasos, maldiciendo el hecho que lo haya sacado del fuego.

Hace un gesto hacia la ventana.

—Te gusta, ¿verdad? ¿Quieres jugar a la familia feliz con ella? ¿Tú, ella y mi hijo?

—Por milésima vez, Guillermo. No es tu puto hijo.

Me señala con un dedo.

—Eso lo decidirá la puta prueba.

Acorto la distancia entre nosotros, ignorando el hecho que sus puños están levantados.

—No habrá una jodida prueba. Eres un maldito borracho, Guillermo. Un puto borracho amargado que quiere incendiar a todo el puto mundo con tu miseria. Haznos un jodido favor a todos y únete a ella, o arregla tu maldita vida.

𝐂𝐚𝐫𝐧𝐚𝐝𝐚 ; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora