Capítulo 26.

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El que vacila está perdido.
Marco Porcio Catón

Valentina

Quiero que todo el puto mundo nos vea. Espero que todo el vecindario esté mirando detrás de sus cortinas mientras estiro el bonito culo de Juliana en carne viva.

Su desesperación se ha unido a la mía bajo la superficie. Lo siento ahí, las dos nos movemos con la corriente de un tsunami.

No sabría cómo detener esto si lo intentara, pero lo que sí sé —en contra de toda maldita sensibilidad que he tenido— es que nunca podré dejarla sola de nuevo. Ni siquiera por un par de semanas.

Sus ojos están llorosos incluso cuando sonríe. Se abre de piernas para recibir más, aunque me ruega que pare.

Tiro el consolador al suelo y rocío una nueva carga de lubricante en los dedos. Lo extiendo por toda la polla y luego le agrego otro chorro directamente en su maltrecho culo. Se estremece por el frío, pero es lo que menos le preocupa.

—Mírame —le digo mientras me coloco contra su culo y me acomodo encima de ella.

Ella asiente. Sonríe. Enreda sus delicados dedos en mi cabello.

Está tan desnuda debajo de mí, tan bonita a la luz de la lámpara. Soy muy consciente que aún estoy vestida, muy consciente de lo mucho que ansío la suavidad de sus pobres tetas magulladas contra mi piel.

Pero no puedo.

No hasta que conozca mis secretos.

Si es que alguna vez conoce mis secretos.

Sería tan fácil besarla. Es tan fácil quitarme la camiseta de la espalda y sumergirme hasta el fondo.

No hago ninguna de las dos cosas.

Sus ojos se abren como bonitos platillos blancos cuando introduzco la cabeza de mi polla en su fruncido agujero.

Con firmeza.

Tan jodidamente firme.

Tengo la mandíbula apretada mientras entro con facilidad. Mi peso se apoya en los codos y mi cara está justo en la suya.

La primera barra da un tirón cuando la atraviesa, incluso untada de lubricante. Se estremece cuando me hundo más.

—Tengo miedo —susurra—. Esto va a doler de verdad.

Cierra los ojos mientras empujo hacia delante. Su culo es como un tornillo de banco cuando el segundo y el tercer piercing se introducen.

Su respiración es agitada contra mis labios.

—¿Es malo? —le pregunto.

Ella gime y asiente.

Soy cuidadosa con el cuarto, apenas me muevo.

Se siente como el puto cielo cuando el quinto se desliza y su culo se abre para recibirme.

—Me siento tan llena —susurra.

—No lo suficiente. —Introduzco los últimos centímetros y ella gime. Mis bolas están apretadas contra su culo desnudo, estoy lo suficientemente profundo como para que ese pensamiento me lleve al límite.

Sus ojos todavía están en los míos mientras balanceo mis caderas. Su respiración es irregular contra mis labios mientras me sumerjo en el ritmo.

Firme, jodidamente firme. El lubricante está resbaladizo, pero su culo está apretado.

—Ay, joder —sisea cuando acelero el ritmo.

—No te resistas —le digo de nuevo y aprieto mi frente contra la suya.

𝐂𝐚𝐫𝐧𝐚𝐝𝐚 ; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora