Capítulo 30.

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JULIANA

Esa loca y salvaje emoción. El miedo que me recorre por dentro. Los aleteos, el nerviosismo y la hermosa descarga de adrenalina.

Lo siento todo.

Hace mucho viento aquí arriba. Está tan oscuro que apenas puedo ver mis manos delante de mí, escarbando en la oscuridad.

No hay nada delante. Solo terreno abierto. La hierba bajo mis pies y el mundo entero parpadeando abajo, es tan impresionante que me quitaría el aliento si me sobrara.

No puedo correr. Una caminata a trompicones es todo lo que puedo manejar. No tengo idea de hacia dónde me dirijo o qué tan lejos está ella detrás de mí.

Escucho sus pisadas, pero lo único que siento es el viento.

El vino todavía está en mi sangre. No tengo frío, aunque mi cabello se agita y los pezones me escuecen bajo el vestido.

Mis tacones tocan de repente tierra firme. Una especie de camino. Granulado y con gravilla. Giro para comprobarlo, dando golpecitos con el pie a mí alrededor, pero en un instante he perdido la orientación. Estoy en la cima del mundo sin saber cómo he llegado hasta aquí. Intento encontrar una dirección, pero esta me lleva a un matorral. Unas ramas me arañan las piernas a través del vestido. Retrocedo, intento otra ruta, pero acabo en más de lo mismo.

Mi corazón se acelera de nuevo, sabiendo que debe estar acercándose. Escucho con atención, pero no oigo nada.

Tal vez la he perdido.

No sé qué es más aterrador: la idea que se abalance sobre mí en la oscuridad o la idea de estar perdida durante la noche.

Maldigo cuando los helechos pinchan mi mano extendida, maldigo de nuevo cuando mi talón se hunde en el suelo blando.

Mierda.

E incluso en mi terror, me río. Incluso cuando la adrenalina late, mi alma se libera.

Me abro paso, me empujo, salgo a trompicones de la maleza y vuelvo a la hierba. Fijo mi mirada en un conjunto de luces en la distancia y las utilizo para mantener la concentración. Pasos lentos y firmes. Me muevo con un propósito. Seguir y seguir.

Y entonces veo las estrellas.

Son tan brillantes como las luces de abajo.

Todo un panorama de brillo. Todo para mí.

Me detengo.

Respiro.

Miro fijamente al universo.

No siento al monstruo a mi espalda hasta que está lo suficientemente cerca como para morderme.

Su boca es lo primero que siento, labios calientes y dientes viciosos en mi hombro desnudo.

Sonrío mientras me duele. Mis dedos en su cabello mientras me desgarra el vestido por el escote. Mis tetas se estremecen por el frío cuando me desabrocha el sujetador y lo tira a un lado.

Un roce de sus dedos y mi vestido cae al suelo. Está estropeado.

No me importa.

Gimo cuando tira de mi cabeza hacia atrás. Chillo cuando me muerde la mandíbula. Su agarre es áspero en la piel fría. Sus besos son feroces en mi boca abierta.

La amo por todo eso.

Sé que va a romper mis bragas antes de hacerlo. Abro las piernas mientras sus manos se deslizan por mi estómago.

Estoy abierta de par en par mientras me abre y mete los dedos en uno. Mi clítoris late contra el frío antes que su pulgar presione con fuerza y haga círculos.

𝐂𝐚𝐫𝐧𝐚𝐝𝐚 ; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora