Capítulo 28
Desciendo por las escaleras con mis ojos en dirección a ellos, ignorando al resto de los invitados porque mi atención, mi maldita atención, está sobre ambos.
Dante se acomoda la manga de su traje blanco con la yema de sus dedos mientras me desviste con sus ojos llenos de ansiedad. A su lado, Amenadiel tiene las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón que hace juego con su traje que imita la noche por su color tan penetrante.
Impecables, sexis y, sobre todo, dispuesto a pelear por una joven que viene de las tinieblas del mismísimo inframundo. Es tanta la tentación que veo en sus rostros por devorarme en secreto que mientras desciendo por las escaleras, se me agita el corazón de tan sólo pensar lo que podríamos hacer los tres si estamos a solas.
Soy una mujer que tiene la fantasía de tenerlos arrodillados ante mí. No soy capaz de conformarme con uno solo porque sé, que ambos, son importantes en mi vida.
Dante y Amenadiel se han presentado sabiendo que deberán pasar por la aprobación de mis hermanos.
¿Acaso esa no es prueba suficiente que afirma que tienen toda la intención de tenerme?
Max se inclina a la altura de mi oído para susurrarme algo:
—Esos dos no te sacan los ojos de encima. Son ellos ¿verdad? —me pregunta, tras encontrar a Amenadiel y Dante y señalarlos con un gesto de cabeza. Asiento —. Para nada tonta, Aria. Para nada tonta...
—Suelo tener buen gusto.
—¿El rapado y el de cabello de Justin Bieber castaño? —entonces me pregunta Matt con tono burlón.
Pongo los ojos en blanco.
—Sí —confirmo, indiferente.
Mientras suena Perhaps, perhaps, perhaps de fondo con una cantante arriba de un escenario, llego al final de los escalones sin soltar las manos de mis hermanos. Ambos vuelven a besar el dorso de mis manos y me sueltan.
— Te esperamos aquí, ve a buscarlos —me informa Matt, mientras los ve con temor a perderlos de vista.
Tomo con ambas manos mi vestido, elevando el tul para no tropezar con él. Camino en dirección hacía ellos con ansiedad, emoción y miles de emociones más que me atraviesan. Estoy tan nerviosa que tiemblo mientras camino, tengo miedo y estoy feliz.
Una mezcla extraña como intrigante. Me siento como una joven que se ha escabullido en medio de la noche para ver a su amante y que no debe ser descubierta.
Tratando de no llevarme a nadie puesto, consigo con éxito llegar a ellos.
Me detengo en seco. Ambos están frente a mí, callados.
—Bonita fiesta —habla primero Amenadiel, observando a las personas —. No sabía que tu hermano tenía tanto poder como para generar una fiesta tan...
—El hermano de Aria es una de las personas más ricas del mundo —le informa Dante interrumpiéndolo, como si se sintiera superior por saber ese detalle.
Amenadiel lo mira, enarcando una ceja.
—No me digas que los muertos hablan.
—Si te digo —le sonríe Dante, con falsedad.
—Me alegra saber que ambos vinieron—digo rápidamente para calmar el ambiente tenso que se está creando —. Lamento que mis hermanos los hayan citado y que esta sea una situación de la más incomoda debido a que ambos pretenden tomar mi mano. Lo siento muchísimo.
Dante y Amenadiel se echan un breve vistazo y luego me miran. Dante da un paso hacia adelante y se aclara la garganta.
—Nadie peleará por tu mano, Aria—me corrige él.
Frunzo el ceño, confundida.
—Sin ofender pero ambos asistimos con la intención de saber a quién amas—agrega Amenadiel, tomando una copa de champagne de la bandeja de un mozo que pasaba por allí—. Una vez que nos digas, uno se marchara y el otro se quedara para hablar con tus hermanos.
—A los cuales tememos—añade Dante, aflojándose el cuello de la camisa.
Asiento con lentitud al ver ante mis ojos como mi fantasía adolescente se estaba desmoronando ante mis ojos.
—Elije, Aria—insiste Amenadiel con cierto temor a que escoja a Dante.
Expectantes, me observan. Amendiel le da un sorbo largo a su bebida como si aquel momento estuviera a punto de cambiar su vida.
—Deseo casarme con los dos.
Amendiel se atraganta con la bebida y me mira con los ojos abiertos mientras Dante le golpea la espalda para que no se ahogue y recupere el aliento.
—¡¿Qué?!—dicen ambos casi al unísono.
—Dime que es una broma—espeta Amenadiel, clavándome los ojos como si hubiese enloquecido.
—¿Qué te pasa Aria?¡No!—se niega rotundamente Dante, meneando la cabeza.
—No es una broma—tengo ganas de salir corriendo y esconderme al ver que las cosas no están resultando como esperaba—¿Por qué elegir cuando puedo amarlos a ambos por igual? Si amara a uno tranquilamente echaría al otro. Pero no puedo. No quiero perderlos a ambos porque eso significa escoger. No quiero escoger. Quiero amar.
—Entonces estás hablando en serio —musita Amenadiel, como si hubiera pensado en voz alta y confirmando su tormento. Da un paso adelante, haciéndome tragar con fuerza—. Déjame escoger por ti, Aria. Elígelo a él, porque si no puedes amar a una persona ¿cuánto amor le queda al otro? Creí que tomabas decisiones maduras. Me has decepcionado. Yo no seré el juguete de nadie y menos de una mujer que no puede querer solo a una persona.
Le da el ultimo trago a su bebida y veo como Amenadiel cruza la puerta completamente cabreado y herido. Se me llenan los ojos de lágrimas. Me tiemblan los labios, me cuesta respirar y siento como la música de fondo me aturde la cabeza, los pensamientos. No puedo pensar con claridad.
—Aria —me habla Dante, acercándose a mí mientras me observa como si fuese un animal herido. Lo miro, tratando de evadir las lágrimas pestañeando deprisa —. Yo si hubiese aceptado hacerlo si eso te hacia feliz.
Le sonrío como puedo tras asentir y le acaricio la mejilla en silencio.
—Supongo que seremos nosotros dos —Dante coloca una mano en mi espalda con la intención de dirigirnos hacia mis hermanos.
Acepto con la mirada agachada. Mientras caminamos echo un vistazo por encima de mi hombro en dirección a la entrada del gran salón con la ilusión de que Amenadiel aparezca nuevamente. El pasar de los invitados me lo impide.
Dirijo la mirada al frente con la cabeza en alto, resignada. Si este será mi destino ahora, lo aceptaré con orgullo galopando en mi pecho.
Tomo la mano de Dante con fuerza, entrelazando nuestros dedos y ambos caminamos con decisión hacia Matt y Max.
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Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)
RomanceAria Evans es una diosa que tiene a todo hombre a sus pies. Es consciente de ello y la hace sentir con poder. Pero aquella belleza es invisible para el resistible Dante, su amor no correspondido. Muere por él y mataría por conseguir su atención. O...