Capítulo 9

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Capítulo 9.
AUTORA.
Sí, aparece mi voz finalmente. Juguemos con el narrador un poquito.
El temblor de los árboles y el aleteo desesperado de los pájaros hizo comprender a todos, con gran temor e incertidumbre, que el enfrentamiento contra Zeus estaba a la vuelta de la esquina.
Los dioses y semidioses, desesperados, salieron al patio trasero de la casa de Max Voelklein y Ada Gray.
Con la mirada en el cielo, observaban las grises nubes aproximándose. Eran de esas que daban la sensación de que el mundo iba a venirse abajo.
Si bien para un mundano significaba una lluvia pasajera, para los dioses era muchísimo más que eso. Era una señal divina de una próxima catástrofe.
—Max, debemos enviar a Scarlett al sótano—la voz de Ada sonó rota y llena de preocupación mientras se aferraba al brazo de su esposo.
—Nuestra hija estará bien—le prometió él.
Mirándose a los ojos, ambos dudaban en silencio si todo realmente estaría bien.
La velocidad del viento erizó la piel a más de uno. Las hojas se elevaban del suelo para salir disparadas a un sitio lejano.
De pronto, desde el cielo, descienden varios dioses a gran velocidad. Caen de pie, como si solo hubiesen saltado de un insulso escalón.
Ninguno de los dioses que iban a enfrentarse a Zeus se movió de su sitio.
Cabello rizado y ojos almendrados, cualidades que podían definir a uno de los mensajeros que Zeus había enviado para que hablara con ellos. Tenía una túnica blanca con una cinta dorada rodeando su ancha cintura.
Con sus pies descalzos caminó hacia ellos.
—Bueno, veo que al final varios dioses del Olimpo se atreverán a desafiar al que amontona las nubes —se cruza de brazos, observándolos con indiferencia —¿Es que acaso no los hace cagar de miedo terminar en el Inframundo como almas condenadas?
—Mas me caga de miedo como se te marca el bulto con esa túnica que llevas puesta, Javier —le responde Amenadiel, enarcando una ceja.
—¿Me acabas de mirar el bulto, Amenadiel? —se echa a reír uno de los tantos hijos de Zeus.
—Hazle un favor a todos nosotros y ponte un maldito pantalón. Es asqueroso.
—Queremos hablar con Zeus, no con ustedes —Ada cambia el tema de conversación, dando un paso hacia el frente.
Javier, el de rizos rubios, frunce el ceño mirándola más de la cuenta. Se lleva los brazos cruzados al pecho.
—Eres igual a tu madre Afrodita —murmura, como si no pudiera creer lo que ve —. Fascinante y perfecta, pero sin ser digna de ver el rostro de Zeus por ser hija de Hades. Claramente tú no serás la que verá al que amontona las nubes.
Ada aprieta las palmas de su mano, ofendida.
—Me importa un bledo quién será digno de ver al dios que nos ha castigado al igual que Hades —la defiende su esposo —. Zeus tiene el cuello en la soga y lo saben ¿verdad? —Max le da una media sonrisa.
Javier enarca una ceja y lo mira con asco.
—¿A qué te refieres?
Matt Voelklein estaba a punto de responderle, pero se vio interrumpido por ella.
Tenía el cabello castaño atado en un moño alto, unos jeans azules y una sudadera blanca debajo de su chaqueta celeste. Pasa a su lado y no tarda en hacerle frente a Javier quien retrocede en cuanto la ve.
La fría mirada de Amy Steele deja enmudecido a más de uno. Si bien siempre ha sido percibida como una joven divertida, desde que Zeus aprobó que la dejaran estéril y ciega de un ojo por haberse enamorado de Matt Voelklein, su sonrisa de chica risueña se ha desvanecido con el tiempo para dar paso a una personalidad más seria.
—Yo seré la que mire a los ojos a Zeus —la voz severa de la joven hace aflojar la postura de Javier por varios segundos —. Y si no quiere mirarme a la cara ahora seguro cambiará de parecer cuando se entere que Perséfone tiene secuestrada a Hera. Es decir, tenemos a tu mami pedazo de cabron.
Y sin darle tiempo de responder a Javier, Amy le propina un puñetazo a la altura de la nariz. Este se tambalea hacia atrás. Se queja mientras se lleva las manos a la nariz mientras la devora con los ojos, enfurecido.
—¡¿Qué dices?! ¿¡Y esta tipa de dónde salió!? —grita Javier, viendo al resto.
Matt Voelklein camina hacia Amy para colocarse a su lado mientras le revisa la mano luego de semejante puñetazo. Esta se encuentra agitada por la adrenalina del momento.
El hombre de cabello oscuro y ojos grises mira a Javier, retándolo con sus dientes apretados, enfurecido.
—¡O Zeus se larga de su puesto o no le devolveremos a su esposa Hera! —le grita él a todo pulmón.
Si bien el grito de Matt fue mirando a Javier, era un grito que quería alcanzar al cielo.
Era una amenaza clara, como cuando llega el esperado jaque.
—Fue el peor error que cometieron, dioses —menea la cabeza una de las diosas que vino con Javier. Esta lo ayuda a recomponerse —. Empiecen a pensar cómo será su vida en el Inframundo todos ustedes porque no saben con quién se han metido.
Si bien la amenaza de una de las diosas que estaban a la par de Zeus repercutió en la mente de todos los presentes, sabían que tenían a su favor el secuestro de Hera.
Amy Steele eleva su rostro. Se siente finalmente superior a ellos. Superior a todo lo que alguna vez la lastimó.
—No, ustedes empiecen a pensar cómo sacaran a su madre del Inframundo —la joven sonríe, claramente sintiéndose superior.
—Que Zeus sufra lo que nosotras vivimos en carne propia —Ada se posiciona a su lado y la agarra de la mano para entrelazarla con la suya.
—Dioses... — Todos dirigen rápidamente la mirada hacia Blanca, la joven ciega.—. Aria ha regresado a la tierra.
La respiración de Amenadiel se detiene.



Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora