CAPÍTULO 10
ARIA
Llevo el vestido que tenía puesto la misma noche en la que me asesinaron. En la que pusieron un punto final a lo que se suponía que debía ser el comienzo de algo.
Si bien el vestido era negro era imposible no. Notar la gran mancha de sangre seca que se esparcía por el vientre hasta el inicio de mis pechos.
Levanto la vista y observo la fuente de ángeles que escupen agua. Mierda, regresé al jardín que tiene el hotel de mi hermano Matt.
Me levanto del suelo con dificultad. Siento mi cuerpo entumecido.
No sé cuánto tiempo pasó, pero regresar y respirar aire fresco se siente tan bien que tengo ganas de llorar por la emoción del momento.
No puedo creer que estoy aquí de nuevo.
Miro al suelo y siento una punzada en el pecho al ver varias piedras blancas que rodean la fuente salpicada con mi sangre. Aunque que se han esforzado mucho por quitar el resto, si se observa con detenimiento, hay salpicaduras.
Trago con fuerza y levanto la mirada con los ojos cristalizados. Aprieto mis labios quienes tiemblan al recordar esa noche y rompo en llanto.
Aún creo verlo en la entrada al laberinto de arbustos altos. Aún puedo recordar su resignación al verme aceptar la propuesta de Dante.
Aún puedo recordar como su rostro se descomponía al ver que había llegado demasiado tarde. Aún te recuerdo Amenadiel y no hay día ni noche que se compare con todo lo que he llorado por ti.
Tu rostro precioso corrompido por una tristeza que yo misma causé.
Cuanto lo lamento amor mío. Jamás debiste enamorarte de mí. Jamás debí aceptar la propuesta de Dante.
Jamás tuve que haberte dejado ir, Amenadiel.
«Si bien quiero echar a correr hacia tus brazos y encerrarme en ellos, sé que no deseas verme luego de romper tu corazón. El rencor que seguro sientes por mí, es igual al rencor que yo siento por Dante ».
Camino por el laberinto de arbustos hasta que llego a la entrada trasera del hotel. Está repleto de personas que van y vienen. La mayoría turistas.
No me hace sentir incomoda que los huéspedes me vean horrorizados por mi cabello enmarañado y mi vestido mugriente el cual deseo quemar. Me tambaleo, perdida. No sé a dónde ir. El sitio es tan grande que no puedo descifrar con rapidez cuál me llevara lejos de aquí.
El olor a lavanda inunda mi nariz. Todo pulcro, perfecto y yo parezco sacada de una película de terror.
—¿Señorita?
Dirijo la mirada a una empleada del hotel que me observa como si se estuviera conteniendo para no llamar a seguridad a los gritos. Parece sacada de una revista de azafatas por su postura. Tiene una camisa gris con una falda tubo que le llega a las rodillas y unos zapatos bajos.
—Aunque no me lo crea y piense que salí de un psiquiátrico, soy la hermana de Matt Voelklein, el dueño de este hotel —me acerco a ella y le levanto la mano para estrechar la suya.
Sus cejas se unen, confundida y no tarda en echarse a reír. Mi sonrisa se desvanece. Pongo los ojos en blanco y retiro la mano.
—Necesito que se retire del hotel por su cuenta sino tendré que llamar a seguridad —me informa con voz calma pero teñida de una impaciencia disimulada.
—Creo que no me ha escuchado —avanzo un paso y ella retrocede como si fuera un animal mugriento —. Soy Aria Voelklein, hermana de Matt Voelklein, el que tiene pinta de Christian Grey pero con más cara de hielo. Yo que usted me ayudaría a buscar algo decente que ponerme porque tengo un olor horrible.
La mujer duda. Realmente duda si ayudarme o llamar a seguridad. Ojea a su alrededor, sin saber qué hacer.
—Puede llamar a mi hermano si quiere —agrego, insistente —. Pero no deseo que lo haga porque puedo causarle un infarto si se entera que regresé.
La mujer me caza de la mano y tira de mi para que camine junto a ella. Se mantiene discreta y cada tanto lanza una sonrisa amable a los huéspedes, como si tuviera todo controlado.
—La ayudaré si eso me genera un aumento —dice más para si misma que para mí.
—Con dinero baila el burro.
—¿Qué dijo?
—Nada.
Llegamos a la primera planta y me adentra en una de las incontables habitaciones que tiene el sitio. Dios mío. Matt debe ganar millones a diario con el pedazo de hotel que tiene.
—Métase aquí. No me queda otra que localizar a su hermano para corroborar que es cierto —me dice la mujer mientras abre la puerta con una tarjeta electrónica y se aparta para que pase adentro
—Bien, llámelo —bufo, resignada —. Seguro no le creerá. O quizás lo tengamos aquí en el hotel en menos de lo que cante un gallo.
Los ojos de tono café de la señora me analizan un instante.
—Su tranquilidad me dice que realmente es su hermana.
No estoy tranquila señora, acabo de regresar del Inframundo.
—Me verá más tranquila cuando me quite este vestido —me rio, nerviosa.
Rápido me meto a la habitación y cierro la puerta sin decirle más nada. Pego mi espalda contra la madera fría y cierro los ojos.
Me llevo las manos a la espalda en busca del cierre y los deslizo con dificultad. Creo que está oxidado y por eso se traba al bajar. Me libero del vestido, los zapatos, las medias finas y mi ropa interior.
Camino por el silencioso pasillo de la habitación hasta que veo al fondo una cama matrimonial con vista al mar. La luz del día se escabulle por las altas cortinas rojas.
Me dirijo a la ducha, hago un equilibrio entre el agua caliente y el agua fría para sentir la tibieza de lo que alguna vez tuve.
Mi cuerpo desnudo siente la suavidad del jabón que trata de borrar las heridas del pasado. El agua recorre cada centímetro, ayudándolo a quitar esa sensación inmundicia.
Veo como mis largos mechones de cabello negro se pegan a mi piel y como la tierra ensucia la tina blanca y se va por el drenaje.
Ojalá fuera así de fácil quitarse la culpa que uno siente por no elegir bien en la vida.
Salgo de la ducha y me posiciono frente a un espejo de cuerpo entero que tiene el baño. Empañado, observo mi silueta.
Dante no sólo asesinó mis ganas de luchar cuando clavó una daga en mi vientre.
Mis ojos queman por las prontas lagrimas que se deslizan por mi mejilla. Acaricio mi vientre.
Yo no sabía que estaba embarazada de Amenadiel hasta que Dante hizo lo que hizo.
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Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)
RomantizmAria Evans es una diosa que tiene a todo hombre a sus pies. Es consciente de ello y la hace sentir con poder. Pero aquella belleza es invisible para el resistible Dante, su amor no correspondido. Muere por él y mataría por conseguir su atención. O...