Capítulo 17

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​​¿Pero qué demonios...?

La lengua de Ame​​nadiel sigue electrificando el cuello de Aria, que se sacude con los espasmos del deseo.

La lujuria de la escena se acentúa cuando Dante baja las escaleras, con una de la yema de sus dedos apoyada sobre su mentón, absorbiendo intensamente la imagen de la escena; la joven de cabello negro recogido, vestida de oscuro ajustado a su precioso cuerpo lo hipnotiza. 

Su escote deja entrever aquel camino oblicuo que forman sus senos, las caderas pegadas serpentean sutilmente, con ritmo sostenido. Pero esto sucede muy lentamente. La discreción de Evans es notable. 

Intenta comprender que ocurre, pero los labios de Amenadiel le obturan la razón, siguen escarbando su piel con una incitando a la acción. Es tanta la excitación del chico de ojos bicolor que no tarda en echarle la cabeza hacia atrás, con una de sus enormes manos sobre su garganta, para que repose sobre su pecho.

Llega al último escalón mirándola, y ella, ante su mirada, simula estar desnuda. Dante desea ser Amenadiel, que se regocija en la dulce piel de Aria. El ambiente está tan cargado, que en esa tenue habitación, los tres cuerpos podrían fundirse en uno solo.

Cuando llega a la conclusión de que está a punto de cumplirse una de sus fantasías más oscuras, ella sonríe por dentro, dejándose llevar. No les demuestra su impaciencia por llegar al climax, el deseo intempestivo podría arruinar la sorpresa. Una sorpresa que no esperaba en absoluto.

Con su padre en el exilio, Aria no podía festejar de una mejor manera. Amenadiel acaricia su cuello, llenándola de besos. Siente el bulto por debajo de los pantalones y ahoga su primer gemido, pretende contener un deseo que la desborda. Sus muslos se contraen y muerde levemente su labio inferior al sentirlo. 

Dante saca del bolsillo delantero de su pantalón una corbata roja la cual utiliza para tapar los ojos de Aria. Ella reprime una sonrisa; sentir la calidez del tacto de Dante, cuando realiza un nudo por detrás de su cabeza, desata en su piel un fuego que la embriagada.

—​​​¿Qué he hecho bien en esta vida para tener semejante bienvenida? —musita la joven, sin aliento y algo pérdida, ya que ahora no puede tener el placer de ver a los dos hombres más atractivos del maldito universo— ¿Qué les hizo cambiar de opinión para adorarme de esta manera?

—Te vimos llorando demasiado seguido estos días y esa no es la Aria que conocemos —le susurra Dante al oído —. Y hoy es día de ritual Dionisiaco. Por ende...

—... Crónida Zeus no se enojará con sus hijos si se involucran con una hija del Inframundo —Aria termina la frase, sin aliento.

Por dentro se siente muy ofendida consigo misma por olvidarse de semejante fecha. Aún no tocan las doce, por ende, Dante y ella pueden liarse con la mirada de Zeus situada en otra dirección.

Las manos de Amenadiel amasan sus pechos por encima de la tela del vestido, rozando sus pezones con una precisión perversa y las manos de Dante viajan hacia sus muslos para abrirle las piernas. El joven de cabello castaño hunde su rostro en la entrepierna de Aria, sin juego previo. 

Mientras Amenadiel la sostiene para que no caiga bajo el toqueteo de Dante, el otro joven delimita la topografía por encima de sus bragas de encaje con la lengua. La oscuridad de Aria es inyectada de chispas que la sofocan, se remueve extasiada, ejecutando el ritual divino.

Dante empieza a recorrer su feminidad frenéticamente, succiona sus partes íntimas esperando beber de su goce. Aria se aferra a Amenadiel tomándolo como puede de sus enormes brazos.

Las piernas de ella tiemblan y teme correrse estando de pie. Jamás lo ha hecho de esa forma. No así. La incertidumbre por saber cómo terminara todo aquello la está matando por dentro.

Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora