CAPÍTULO 7
Hijos de Cupido, Afrodita, Apolo, Poseidón y Hestia se encontraban discutiendo en voz alta en el despacho privado de la familia Voelklein.
El ambiente era tenso, incomodo y el tono alto vibraba contra las paredes para aturdir lo suficiente a Amenadiel, quien se había encontrado con semejante reencuentro de más de treinta semidioses preocupados y al borde de la colera por todo lo que se aproximaba.
Palabras como guerra, venganza y eternidad en el Inframundo eran las que predominaban en el dialogo acalorado.
El silencio se estableció en cuanto él, Matt, Max y Ada ingresaron enorme despacho rodeado de libros, sofás, cuadros colgados y un escritorio al final de este que le daba la espalda a una monstruosa vidriera.
Amenadiel cierra la puerta para que la privacidad se haga presente.
Así que ese era el espectáculo de personas que había visto desde el jardín.
«Entonces la cosa es más seria de lo que pensé. Esto será una masacre y seguro cada rostro que guarde mi memoria será también decapitado en el campo de batalla», pensó el joven de ojos bicolor.
Pudo reconocer varios rostros, pero otros eran completamente desconocidos.
—Buenas tardes a todos —los saluda Ada, alzando la voz para callar los murmullos que pretenden aparecer poco a poco —. Sé que la situación no es buena, pero necesitamos estar calmados y con la mente fría para llevar a cabo el enfrentamiento con ya saben quién.
Un hombre de traje a rayas muy finas, cabello oscuro y mostacho en los labios da un paso al frente. Los observa como si fueran poca cosa, soberbio.
—¿Quién pone las manos en el fuego al asegurarnos que todos nosotros no terminaremos en el inframundo, hermanos Voelklein? —los enfrenta un hijo de Poseidón —. Y todo esto porque su hermana fue una puta asesina que ha acabado con varios dioses del Olimpo. Y acabar en todos los sentidos.
Cegado por las abruptas palabras del hijo de Poseidón, Amenadiel va como una bestia a golpearlo. Pero Matt, ágil, lo frena con un brazo contra su fuerte pecho.
—Y tú debes ser su noviecito —se ríe el hombre, observando al muchacho que no para de fulminarlo con la mirada y que tiene las fosas nasales expandidas por la ira —. Bueno, o mejor dicho otra víctima más. Ya todos sabemos lo que te hizo esa chica. Debiste ser muy estúpido como para que ella te robe el famoso vino de Cupido.
—¡Cicno cállate que la guerra no es entre nosotros! —le advierte Matt, alzando la voz —¡Retira tus palabras o serás expulsado de esta lucha!
Pasan unos segundos hasta que él se lleva los dedos a su mostacho ridículo y da un paso atrás a regañadientes.
—A ver si nos dejan de medirse el pito por unos minutos y no centramos en lo importante —Ada Gray, la preciosa hija de Afrodita da un paso al frente con sus brazos cruzados —. Tenemos que debatir dónde se llevará a cabo el enfrentamiento. Debe ser un sitio en donde ningun mundano corra peligro.
—¿Qué tal en el desierto, Gray?
Todos dirigen sus ojos a una hermosa mujer peligrosa de labios rojos y cazadora negra. Su cabello ondulado cae como cascada sobre sus hombros.
Ada toma una bocanada de aire, formándose de paciencia cuando la ve. Amenadiel de pronto intuye que se conocen y que su vínculo de cierta forma, es tenso por cómo se observan la una a la otra.
—Hola Rose —Ada aprieta los labios al final de su saludo —. No sabía que te presentarías y más sabiendo que...
—¿Qué? ¿Por qué soy la hija de Atenea y al ser su única hija me hace menos? —Rose se echa a reír, algo incomoda con el encuentro —. Mi abuelito Zeus también me escupió en la cara cuando se enteró que Atenea tuvo una hija con un humano, corrompiendo su perfecta virginidad. Así que tengo todo el derecho de estar aquí.
—Yo en ningún momento me quejé de tu presencia, Rose —le aclara rápidamente Ada —. Al contrario, me alegra que estés aquí y me parece una buena idea llevar a cabo el enfrentamiento en el desierto.
Rose le sonríe a labios cerrados, sintiéndose algo orgullosa por la aprobación de la rubia de cabello corto.
Rose y Ada no tienen un buen historial juntas, ya que han sufrido una enemistad muy grande. Luego de que Max Voelklein le ofreciera a Ada Gray ser su dama de compañía baby cuando se conocieron, Rose interpuso en aquella relación extraña.
—¿Están todos de acuerdo con la propuesta de Rose? —Max se aclara la garganta al final de sus palabras y espera la respuesta del resto.
—¿Por qué la pelea no se lleva a cabo en tu enorme jardín y nos ahorramos el viaje al desierto? —propone el hijo de Poseidón.
—¿Por qué no arruinas tu plantación de zapallos en vez de mi colección de captus? —Max enarca una ceja, desafiante.
—Se llevará a cabo aquí —decreta Matt Voelklein, al ver que su hermano no estaba tomando las cosas con seriedad.
Max, el joven pelirrojo, observa los ojos grises de su hermano con gran desconcierto.
—¿Pagaras tú los arreglos de la casa si la destrozan, maldito Ceo?
—¿La vida de tu hermana vale menos que tu casa, Max? —carraspea Matt.
Max le queda viendo. Suspira de mala gana y mira al resto de los dioses. Afloja el gesto.
—El enfrentamiento se llevará a cabo aquí—sentencia el pelirrojo, tragando saliva a la fuerza y abrazando a su esposa con su único brazo—. Cabe mencionar que primero se intentará llevar un dialogo con el que truena las nubes. Habrá un enfrentamiento si no sede a su retiro. Zeus ha gobernado lo suficiente y debe cederle el puesto a alguien que lo merezca.
—¿A qué le temen más? —les pregunta a todos el hijo de Poseidón —¿A la guerra con el todo poderoso o a la guerra que vendrá cuando se decida quién reinará entre los glorificados?
Amenadiel se frota el labio con los dedos. Está pensando a dónde le dolerá más a un golpe al hijo de Poseidón por ser tan insoportable.
El silencio reina entre los presentes. En Cicno florece una leve sonrisa de sorpresa.
—Díganme que es una puta broma de que nadie ha pensado en eso.
—¿Será por qué no queremos sembrar la incertidumbre entre los presentes? —Amenadiel da un paso adelante, si bien su postura es relajada, el tono de su voz indica firmeza y autoridad —¿Por qué en vez de generar ansiedad te largas y dejas esto en manos de dioses que pueden sobrellevar esto en paz sin necesidad de agarrarnos de los pelos?
Cicno clava sus ojos negros en Amenadiel luego de dejarlo como un estúpido ante todos. El hijo de Poseidón se acomoda el saco y se marcha con paso firme.
—Me largo de aquí. Mi alma no merece la condena entre las llamas por unos dioses incompetentes —masculla el hijo del dios del mar.
Amenadiel se aparta de la puerta para que él salga. Este cierra de un portazo.
—Besitos a Aquaman, tarado —lo insulta Max.
Una joven de cabello oscuro como la noche y fleco que cubre su palida frente, se abre paso entre los dioses para quedar ante todos como lo estaban Matt, Max, Ada y Amenadiel.
La joven de estatura baja, ojos blancos debido a una ceguera terrible y labios rosados, dirige su rostro ante la familia Voelklein como si se hubiera enterado de algo terrible.
—Zeus me dejó ciega por haberme enamorado de un alma del Inframundo. Pertenezco al linaje familiar de Poseidón —su voz era rota, fina, como si dentro suyo hubiese una niña lastimada que pedía consuelo —. Pero no me han quitado la capacidad de ver más allá de mi alma entristecida y la intuición predomina en mi ser. Me han arrebatado lo bonito de ver, pero no lo importante de percibir.
—¿Qué quieres decir, Blanca? —Ada toma sus manos, temiendo lo peor.
Blanca dirige sus ojos hacia ella como si la estuviera viendo realmente.
—Perséfone y Aria tienen a Hera, la esposa de Zeus, secuestrada en el Inframundo. Ya no habrá dialogo. La guerra comenzó.
ESTÁS LEYENDO
Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)
RomanceAria Evans es una diosa que tiene a todo hombre a sus pies. Es consciente de ello y la hace sentir con poder. Pero aquella belleza es invisible para el resistible Dante, su amor no correspondido. Muere por él y mataría por conseguir su atención. O...