CAPÍTULO 18
Degollados. El césped manchado de sangre. Dioses asesinándose los uno a los otros con tal magnitud que presiento que abra muchas almas en el Inframundo a las cuales recibir. La violenta masacre entre dioses del Olimpo que están a favor y en contra del mandato de Zeus. Es una situación que no se ha visto en años.
Con las dagas profanadas de Darla apuñalo a los que son parte del ejército de Zeus gracias a varias diosas más. A varias de estas les falta algún brazo o se han quedado ciegas de un hijo. Típico castigo de un dios injusto.
Pero la lucha se ve interrumpida por un fuerte rayo que azota el cielo parcialmente nublado. La mayoría que está hiriendo a su oponente se detiene para saber qué demonios está pasando.
Sigo la mirada de la multitud a una dirección en la que todos coinciden.
En aquel descuido siento como algo me atraviesa el brazo haciéndome gritar. Miro hacia mi izquierda y Darla aparece para darme un tajo profundo en la piel. Está cabreada y la respiración agitada. Hija de puta.
Tiene el rostro con sangre seca por la patada que le di.
—¿Pensaste que la patada me mataría pedazo de estúpida? —carraspea, lista para volver a atacarme.
Me agarro del brazo, adolorida. Estoy perdiendo mucha sangre, pero aun así decido defenderme. Levanto la daga y trazo con ella la mejilla de la hermana de Amenadiel. Esta chilla y retrocede.
—No quieres asesinarme, quieres que sienta dolor ¿no es así? —le digo entre dientes.
—Te haré sentir lo mismo que sintieron mis hermanos dioses del Olimpo —me amenaza, avanzando hacia mí con decisión.
Doy un paso atrás. No por temor sino, para tomar distancia de la maldita loca. Pero mi espalda choca contra algo firme, haciéndome sobresaltar y alejarme rápidamente. Darla palidece al ver lo que está viendo y yo no tardo en tener la misma reacción.
Está parado ante nosotras, varios dioses hincan las rodillas en un acto de respeto casi automatizado. Todo el campo se ha llenado de un silencio sepulcral, digno de un cementerio.
A mi lado, Darla hace una reverencia casi eterna y se queda tiesa en su lugar al ver al padre de todos los dioses del Olimpo. Tengo la tentación de hacer lo mismo hasta que recuerdo todo el mal que me ha hecho.
Con un nudo en la garganta lo observo detenidamente. Tiene un traje blanco que es opacado por la roja corbata que se esconde en las solapas de su saco. Sus pantalones largos llegan hasta la mitad de sus zapatos de larga punta.
Imaginé incontables veces que el rostro de Zeus sería la de un viejo decrepito con rostro arrugado y manchado por los años, sin embargo, tenía ante mí a la belleza personificada. Su cabello castaño me hace recordar al de Dante, pero este está rebajado a los costados y tiene un hopo hacia el costado.
Mis labios se resecan un poco en cuanto sus ojos grises se clavan sobre los míos. Es alto, musculoso y la frialdad de su mirada me han dejado estupefacta. De pronto me siento una niña pequeña a punto de ser regañada.
Me sorprende que a pesar de toda la matanza que hay a mi alrededor haya venido hasta mí de brazos cruzados para que le dé una explicación.
Mi rostro se oscurece con ira contenida. Yo no iba a rendirle cuentas a nadie.
—¿Terminaste? —me pregunta con tono impaciente y mirándome de arriba abajo.
—No —doy un paso al frente con el corazón en la boca —. Esto recién está empezando, señor Zeus.
Aguarda silencio mientras me sostiene la mirada.
—Por lo menos mantienes respeto hacia mi persona —enarca una ceja, irónico.
—¿Respeto? —me echo a reír —¿Quiere respeto después de todo el daño que ha hecho?
La mandíbula de Zeus se tensa y da otro paso al frente. Se me detiene la respiración.
—Mataste a mi hijo Dante y a miles de hijos de dioses —me recuerda con sus ojos oscurecidos e ira contenida. Comienza a alzarme la voz —. Causaste más tragedias que todos aquellos que decidieron amar a la persona equivocada ¿sabes cuál será tu castigo Aria? ¡Porque tuve que bajar yo desde mi palacio para frenar esta locura que tu madre y tú causaron!
—¿Tuviste que bajar para ver el inicio del desastre? Porque los dioses que están peleando aquí son hijos tuyos contra otros hijos para detener tu mandato. No me intimidas en absoluto porque tengo un ejército en el Inframundo que ya está listo para pelear contra los tuyos. El imbécil de tu hijo me engañó y me asesinó, mandándome al inframundo en contra de mi voluntad y saltando la autoridad de mi madre quién me ha autorizado estar en la tierra por años.
—¿Ah sí? —contiene una sonrisa —¡Querías tener una relación enferma con tu primo!¡¿Acaso tengo que recordarte que soy hermano de tu padre Hades?!¡Te acostaste con él sin importar tu sangre!
—¿Me hablas de sangre cuando te follaste a la mayoría de la tuya? Tú y yo sabemos que no es el motivo de tu enojo, querido.
Lo dejé mudo.
—Te cabrea que me haya metido con la mayoría de tus hijos y no contigo ¿no es así? —le pregunto tras dar un paso al frente. Zeus retrocede con el rostro rojo por la furia —¿Te cabrea que sea la única mujer que se haya metido contigo y que tenga los ovarios como para enfrentarte? Y eso te calienta, lo sé. Pero no harás nada porque soy tu preciosa sobrina y eso sería asqueroso y enfermizo.
—Si vamos al caso todo tu linaje es enfermizo Zeus —aparece Amenadiel detrás de él —, y no recibiste ningún castigo por ello.
—¿Y nos castigas a nosotros? —le pregunta Max Voelklein dándole apoyo quienes solo amamos a gente que nació en el linaje del Inframundo.
—Si vamos al caso Perséfone, mi madre, es parte de tu familia, pero fue raptada por Hades para hacerla su esposa —le recuerdo a don hipócrita —. Así que, si vamos al caso, soy hija del pecado ¿no crees? Para ser un todo poderoso eres bastante estúpido.
Zeus vuelve la mirada hacia mí con sus ojos bien abiertos y gesto enfurecido al escuchar mis crudas palabras.
No se ofende por mi defensa, se ofende porque lo llamé estúpido. Es decir, acabo de faltarle al respeto una vez más.
—No quería hacer esto, pero no me queda otra opción para terminar con toda esta masacre —escruta con rabia —¡Se terminarán los castigos hacia aquellos que deseen amar lo que no deben a cambio de una condición!
Mi boca se abre ligeramente, consternada. Todos cruzamos miradas como si quisiéramos adivinar con qué saldrá este imbécil. Una corazonada me dice que yo estaré dentro de la condición.
Zeus pone los ojos en mí.
—Te daré dos opciones: o vuelves al Inframundo para siempre y te quedas allí por resto de la eternidad —da un paso hacia mí con superioridad —O te casas conmigo y obtienes la gloria que deseas. Tienes hasta el amanecer para tomar una decisión. Depende de ti darle la libertad a todos los presentes y que consigan su miserable felices para siempre. Si vuelves al Inframundo ellos tendrán lo que deseen al igual si decides venir conmigo al Olimpo.
Zeus se inclina hacia mi rostro y toma mi barbilla con sus dedos. Sus dientes se clavan en mi labio inferior antes de desvanecerse ante mis ojos.
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Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)
RomanceAria Evans es una diosa que tiene a todo hombre a sus pies. Es consciente de ello y la hace sentir con poder. Pero aquella belleza es invisible para el resistible Dante, su amor no correspondido. Muere por él y mataría por conseguir su atención. O...