Capítulo 3

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CAPÍTULO 3
Darte de mi alma lo que tú echaste a perder...
Hershel, su anciano compañero de vida, le apaga el reproductor de música. Amenadiel gruñe tras darse la vuelta en su cama y lo mira, fastidiado.
—¿Pablo Alborán?¿Es en serio niño Amenadiel? —el viejo contiene una sonrisa —. Nunca he apagado su equipo de música, ni siquiera cuando Metallica hacia vibrar todos los ventanales de la casa. Pero ya poner Pablo Alboran a todo volumen para calmar su alma entristecida...
—Nunca se lo menciones a nadie —Amenadiel hunde su rostro en la almohada causando que su voz salga amortiguada.
—Su secreto está a salvo conmigo, señor.
El viejo le echa un breve vistazo ante de dejarlo solo en su habitación. Ya le causa preocupación al verlo tan apagado, cosa muy extraña en él. Ha notado que no ha regresado a la universidad para dar las tutorías desde que aquella chica de cabello negro le rechazó la propuesta de matrimonio.
Jóvenes. Jamás los entenderá.
Finalmente, solo, Amenadiel se da vuelta sobre la cama para quedar boca arriba y mirar al techo con sus manos entrelazadas en su vientre. La extraña a horrores y la única forma de verla es en sus sueños.
¿Así se sentía Aria cuando amaba a Dante en secreto? ¿Así se sentía el amor no correspondido? La necesidad de verla y que sólo tenga ojos para ti.
Era pura mierda.
La puerta de su habitación se abre con brusquedad. Amenadiel se sienta de golpe...
—¡Hershel que te dije de ingresar de esa forma...!
Enmudece al instante al ver que no se trata de él. Una joven de cabello rubio corto a la altura de sus hombros y ojos grises lo miran, alarmada. Tiene una cazadora negra puesta, una sudadera blanca abajo, unos jeans azules y unas botas que le llegan hasta la rodilla.
La belleza de su rostro es tan difícil de describir que Amenadiel no puede dejar de mirarla.
—Tú te vienes conmigo —le dice ella con voz prepotente mientras comienza a husmear en el armario y comienza a tirarle al suelo varias prendas.
Amenadiel se pone de pie de golpe, confundido.
—¡¿Y tú quién eres?! —le arrebata una camisa de la mano a la chica, esperando una respuesta.
La joven la clava sus ojos grises, apresurada.
—Soy Ada Gray, hija de la diosa Afrodita y el imbécil de Hades —se presenta, le quita la prenda de la mano y la tira al suelo —¿Tienes una valija? La necesitaras.
—¿Eh?
—Muchacho necesito una maldita valija, tenemos que irnos de aquí —insiste la joven, la cual le habla como si tuviera más edad —. Aquí hay una. Genial.
Amenadiel la caza de la mano antes de que de un paso más. Ada frena y lo mira, enojada.
—¿Por qué demonios debo irme y para qué? —la voz del joven se endurece.
Ada resopla y lo mira.
—¿Muchacho acaso tú no estás enterado de nada? —Ada se zafa de su agarre para masajear su muñeca. Al ver la negativa de Amenadiel, continúa hablando —. Se aproxima una guerra entre el Inframundo y el Olimpo por una gran disputa entre Perséfone y Zeus.
Amenadiel retrocede, sorprendido.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Zeus ha enviado al Inframundo, engañada por supuesto, a la hija de Perséfone, Aria Evans. Una hermana que no es de sangre de Max Voelklein, mi esposo. Aria resulta ser también mi hermana, pero no viene al caso. Es todo muy confuso cuando se trata de nuestro linaje —repasa un instante, pero se centra en ir al grano —. A lo que voy es que Dante, el hijo de Zeus, la ha apuñalado y la ha enviado directo al Inframundo, pasando por alto el permiso de Perséfone para que ella esté en la tierra...
—Por todos los cielos —Amenadiel se pasa las manos por la cabeza y mira para todos lados, completamente perdido.
Se pasea por la habitación y toma rápidamente la valija, metiendo la ropa que necesita con una velocidad que sorprende a Ada, la hija de la belleza.
—Ese hijo de puta. Tendría que haberlo matado cuando tuve la oportunidad —masculla Amenadiel con el rostro enrojecido por la furia mientras empaca —¡Voy a asesinarlo y seré yo quien lo envié al Inframundo!¡¿Cómo pudo hacerle una cosa así a Aria?!
—Disculpa niño, pero al principio fuiste tú el que también quería enviar a Aria al Inframundo cuando te enteraste de lo del vino.
Amenadiel frena de golpe su acción y la mira.
—¿Y tú cómo sabes eso?
—¿A caso te olvidas que Cupido es mi hermana y que me enteré que Aria había ultrajado su vino? Cariño, soy tu tía. Ambos pertenecemos al linaje de Afrodita —le recuerda de brazos cruzados —. Y cabe mencionar que también heredaste la belleza familiar —sonríe Ada Gray con cierto orgullo.
—Pero si tienes qué ¿diecinueve años? ¿Veinte? Seré tu sobrino, pero no lo digas. Es extraño—la señala con un movimiento de mano mientras sigue metiendo cosas en la valija.
—Más extraño es saber que no te has enterado de nada cuando todos los dioses y semidioses no han parado de hablar sobre eso ¿es que acaso no te ha visitado ningún mensajero para alertarte?
—No. Tampoco me interesa nada de lo que pasó allá fuera desde que Aria me...me dejó.
La voz de Amenadiel se apaga un poco a pesar de sonar tajante. Ada se percata de ello. La joven diosa se acerca a él y le apoya su mano en la espalda.
—Quita esa idea de tu cabeza ahora mismo —le advierte Ada.
—¿Tus manitas me van a detener si decido cruzar esa puerta para ir a buscarla al Inframundo? —suelta, irónico.
—No puedes ir a buscarla al Inframundo —Ada se apresura a ponerse de espaldas contra la puerta.
El joven se cruza de brazos a la altura de su ancho pecho y la observa, serio.
—Amenadiel —Ada suelta el aliento, desanimada—, sabes que si hay una guerra entre el Olimpo y el Inframundo tendrás que luchar a favor del Olimpo ¿verdad?  Luchar en contra de tu hogar puede traer la deshonra de Zeus.
—¿A caso Zeus te protegió cuando Hades se personificó para manosearte? ¿Qué clase de dios defiendes, Ada Gray?¡Aquí la hipocresía la dejas de la puerta para afuera!
Ada palidece al oírlo.
—¿Cómo sabes eso? —se le endurece la voz a la de ojos azules y parece a punto de querer asesinarlo tras fulminarlo con la mirada —¡Lávate la boca antes de hablar de mi pasado, Amenadiel!
—¡Entonces plantéate de qué lado estás antes de decirme a mí qué hacer! —exclama tras cerrar el cierre de la valija —¡Yo siempre la defenderé a ella, a la misma joven que pasó por lo mismo que tú, no me pidas que esté del lado de un dios que no ha parado de atormentarnos!
Ada se lo queda viendo. Traga con dificultad tras desvanecer su estado de petrificación y asiente con lentitud sin sacarle los ojos de encima. Se corre de la puerta, haciéndose a un lado.
—En ningún momento te dije que defiendas al Olimpo, Amenadiel. Sólo trato de advertirte para que no te pase lo mismo que a Aria. Te espero afuera en el auto. Matt y Max están abajo. Después de todo...tú eras ese candidato perfecto para su hermana.

Ada se alisa la ropa con la mano y sale de la habitación con un fuerte portazo.
Amenadiel se queda mirando la puerta un momento hasta que sus hombros decaen al igual que su cabeza. Se frota los ojos con la yema de los dedos.

Se echa a llorar en silencio en cuanto cae en la cuenta de que ella nunca estuvo con Dante, sino, sufriendo en el Inframundo...

Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora