Capítulo 18

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Capítulo 18

Mis sentidos empiezan a despertar. Siento a la altura de mi vientre un calor abrazador e incluso, molesto. Me pasó las manos por el rostro intentando despabilarme hasta que lo consigo.

Abro los ojos y todas las imágenes de la noche anterior me golpean una tras otra, sin dejarme siquiera a analizarlas con detenimiento.

La luz de un nuevo día traspasa las cortinas del enorme ventanal de la casa de Amenadiel, iluminando gran parte del living. El fuego ha consumido toda la leña en la chimenea y solo quedan cenizas y restos de madera carbonizada.

Bajo la vista y comprendo por qué me sentía algo incómoda; la cabeza de Amenadiel duerme sobre mi vientre mientras una de sus manos rodea mi cadera como si tuviera miedo a que me marchara. Tiene la mejilla apoyada a la altura de mi ombligo.

Está entre mis piernas y estas reposan sobre su enorme espalda en donde todos los músculos se contraen de cierta forma con cada respiración.

Tengo la tentación de pasar mis manos sobre su cabello oscuro rapado, pero eso sería una muestra de afecto que no estoy acostumbrada a dar.

La ropa interior comienza a picarme y el fuego al desaparecer, ha enfriado un poco la sala.

Me remuevo un poco y me aclaro la garganta con la intención de despertar a Amenadiel. Debo irme, tengo que ir al gimnasio a aclararme las ideas y la única forma que puedo despejarme es allí. Aunque no he comido nada y en ayunas podría tener un desmayo.

¿Acaso quiero escapar inconscientemente de Amenadiel metiendo como excusa ir al gimnasio? Es chiste pero si quiero no lo es.

Suelto el aliento, es tan pesado y enorme que no soy capaz de moverme. Está profundamente dormido.

No soy una persona afectuosa con alguien que no confío y cabe mencionar que estar comprometida con él no lo hace más fácil.

Creo que huele mi intento de salir debajo de su cuerpo porque levanta la cabeza, somnoliento y apoya su barbilla en medio de mis costillas. Sigue con los ojos cerrados pero está despierto.

—¿Qué hora es?—me pregunta con voz muy ronca.

Ay mi madre ¿esa voz me despertara por las mañanas? Es tan sexy y profunda que de pronto no le veo un mal sentido a esto.

—No soy un reloj—respondo, autosuficiente.

Carraspea algo inaudible cómo respuesta, sube un poco más su rostro y hunde su nariz en mí escote, intentando volver a dormir con todo su rostro metido en la unión de mis pechos.

Arqueo una ceja al verlo.

—¿Piensas seguir durmiendo?

Asiente con un movimiento de cabeza con su cara escondida.

—Debo irme.

—Es sábado. Nadie sale un sábado tan temprano.

—Tengo que ir al gimnasio.

—Yo tengo un gimnasio en el segundo piso ¿Acaso crees que mis bebés se entrenan solos?—su voz sale amortiguada por mis pechos.

—¿Cómo demonios puedes respirar con tu cara allí, Amenadiel?

—Nadie se pregunta eso cuando hay dos pares de pechos en tu cara—espeta, muy cómodo.

—Por todos los cielos —musito y echo la cabeza hacia atrás contra una de las almohadas del sofá.

No tardo en quedarme dormida y Amenadiel milagrosamente no murió asfixiado.

—¿Y ese anillo?

Sedúceme si puedes (libro 3 TRILOGIA SAGA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora