Lan Xichen regresa una semana después sin la victoria. No hay ningún rastro de los que han escapado y eso le preocupa un poco, no sabe dónde están y si están seguros.
Huaisang siempre dijo que sus amigos de Yunmeng Jiang eran personas justas, así que confía en que Wei Wuxian los está cuidando mejor que él.
Su tío no está contento con la noticia, grita y maldice cuando le lanza una copa llena de vino a la cara, el borde afilado le corta sobre la ceja y la cinta en su frente se mancha de rojo.
— Váyanse antes de que los decapite a todos — está ebrio, porque si estuviera sobrio ya lo hubiera hecho —. Fuera!
Todos se retiran a sus hogares, con los pies agitados y ojos cansados. Lan Xichen se desvía hacia las cocinas del ejército y obviamente no hay nada, solo unos pedazos de pan viejo y agua.
Toma el pan y lo esconde entre sus túnicas, cuida el camino y se sorprende ver que Su She no está donde usualmente debería. Lo conoce desde hace años y sabe que es un hombre muy exigente consigo mismo, no se iría de su posición por nada en absoluto.
Empieza a preocuparse, sabe que también es un tipo impulsivo, varias veces le había tocado alejarlo de los kunze en celo y de las mujeres inconscientes. Camina con rapidez hacia el área del concubinato y no nota nada extraño, sigue siendo tan triste como siempre.
Regresa a su camino hacia el fondo del territorio, donde tienen a Wanyin encerrado. Todavía tiene que estar ahí durante quince días más.
Entre más se acerca más escucha, quejidos lastimeros y gemidos cortados que suenan dolorosos, su mal presentimiento sobre Su She regresa y apresura su paso.
— Wanyin! — abre la puerta esperando ver al heyi sobre el kuzne, obligandolo a hacer algo que no quiere.
Se encuentra con un kunze en celo, completamente solo.
Wanyin está recostado en el suelo y con su vieja y sucia túnica abierta, mostrando desde su pecho desnudo hasta sus largas piernas. Suspira pesado cuando ve el movimiento de su mano, sujetando firmemente la daga para hundirla en su entrada.
El sonido es obsceno, el lubricante natural del kunze manchando incluso el suelo, su mano libre trabajando su miembro con fuerza.
Tiene que pensar en qué hacer, no puede huir porque sabe que un celo sin atender y en su estado podría ser mortal.
Quiere salir y buscar a Lan Wangji, él sabrá qué hacer.
— Ayúdame — la ola de feromonas golpean sus sentidos y siente los quejidos del kuzne viajar a su polla.
— Cómo puedo ayudarte? — se queda estático, con los pies clavado en el piso. Mirando como Wanyin hunde su nariz en el abrigo que días atrás le había dado.
A Wanyin le encantaría pedir tal vez un juguete de jade. Antes se había avergonzado, después de su primer celo su madre le había regalado una caja con su nombre grabado.
Era un colección de penes finamente tallados en piedra, perfectamente pulidos y de colores discretos. Un libro con las instrucciones de cómo usarlos sin lastimarse. Se había puesto rojo hasta las puntas de los dedos.
Con el tiempo había aprendido a apreciar el regalo, utilizándolo incluso cuando no era su celo y sólo estaba aburrido. Había sido un tonto en no esconder aquel morado y de texturas onduladas en su túnica antes de ser llevado a ese lugar.
Ahora cualquier cosa sería mejor que el mango rugoso de la daga en su mano, es incómodo y sabe que podría lastimarse con cualquier movimiento equivocado, pero sus dedos habían dejado de ser suficientes en el segundo día.
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El Concubino Del Jade
Hayran KurguCuando te encuentras bajo el yugo del hombre que te arrebató de los brazos de tus padres, la única alternativa que te queda es seguir las órdenes. Sin embargo, para un kunze como Jiang Cheng, las cosas solo van empeorando cuando se ve involucrado c...