Capítulo 6: Alimento

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Lo último que recuerda es haber tomado la espada de Lan Xichen mientras este peleaba con su hermano. Caminar por los pasillos congelados y degollar con sigilo a los guardias del Rey.

Después todo se acumula, de repente tiene a todo el ejército sobre él. Puede escuchar los gritos del Harem tratando de escapar, los cuerpos caer desde la altura de las murallas.

Al final todo se vuelve oscuro, justo cuando está frente al rey, su visión se nubla y siente punzadas en la cabeza.

Cuando despierta, está encadenado, sobre una plataforma de madera en medio de la zona del Harem. La mayoría de los presentes formados lo miran con lástima, otros con odio y los demás con burla.

Busca la mirada de Huaisang y la encuentra, no sabe si alegrarse o lamentar que no haya escapado con los demás. El harem es significativamente más pequeño, la mitad de lo que era el día anterior.

— El respeto a las reglas  y dedicación es lo que más valoramos en Gusu Lan, pero al parecer hay varios aquí que no entienden su posición — la voz del Rey suena detrás de él —. El kuzne de aquí ha demostrado la mayor falta de respeto a nuestro reino, intentando asesinar a su Rey. Es un mal ejemplo y por ello tenemos que mostrar lo que sucede con todos aquellos que osan con atentar contra la vida de un Rey.

Escucha el par de pies alejarse y acercarse por detrás, no puede identificar ningún aroma y por ello supone que es un heyi el que ahora está a sus espaldas.

— Jiang Wanyin será azotado treinta veces con el látigo de castigo emblemático de su propia secta, será privado de todo contacto, alimento y abrigo por treinta días y treinta noches — exclama dictando a su pecado —, despues será humillado públicamente en el mercado de Ciudad Caiyi y al final, será obligado a dar una disculpa pública frente a las cuatro sectas.

Llega el primer castigo, lo obligan a arrodillarse frente a todos. El primer latigazo desgarra su túnica, el segundo marca su piel y el tercero muerde su sangre. No grita, no llora, no les dará la satisfacción de verlo rogar. Todo el tiempo se digna a mirar a la muralla, esperando que su hermano esté lo suficientemente lejos como para no oler su aroma.

Llega el momento en que ni siquiera puede mantenerse arrodillado, cae de cara sobre las frías tablas y el hombre de atrás no se detiene con el látigo. Siente el flujo de sangre correr desde sus heridas y gotear a través de las maderas, algunas gotas incluso llegan a salpicar su rostro.

Cuando por fin terminan, no puede si quiera moverse, solo mira al Rey de lado, limpiando las salpicaduras de sangre de su rostro con un pañuelo blanco. Su sonrisa es lo que le hierve más la sangre.

Agradece que tienen la amabilidad de arrástralo sobre su estómago y no su espalda lastimada.

— Soy Su She, me encargaré de ti de ahora en adelante — dice el heyi que lo jala a través de los fríos pasillos, más lejos del harem, mucho más lejos del Rey —. La mayoría aquí han sido tontos en no notar que te estás relacionando con Hanguang-Jun, incluso estuvo en tu habitación ayer cuando empezó todo, así que te digo que no te encuentras en la mejor posición, si te mató aquí y ahora podría decir que intentaste atacarme, así que piensa bien y obedece.

No dice nada, no porque no quiera, sino porque no puede respirar bien. El dolor lo está abrumado y sabe que se va a desmayar en cuestión de una varita de incienso. Trata de concentrarse en el camino, donde hay puestos de guardias, donde la muralla es más escabrosa y donde hay escondites.

Al final, es lanzado a una pequeña cabaña abandonada, hay partes del techo de donde entra la nieve y todas las ventanas están rotas. No encuentra señales de algo para taparse o recostarse seguro o caliente.

El Concubino Del Jade Donde viven las historias. Descúbrelo ahora