Capítulo Siete

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Escogí el sillón de orejas junto a la chimenea cuidadosamente... -Esa cosa debía ser probablemente diez veces más vieja que yo- y lo atasqué bajo el pomo de la puerta. No era probable que nadie fuera a venir a buscarme... Nia y Lena me estaban evitando del todo, y Winn e Imra probablemente estaban durmiendo... pero no iba a arriesgarme. Estaba jodidamente cansada de tanto "¿Oh, me olvidé de contártelo? Eso también estaba en el Libro de la Muerte". Iba a sentarme con esa jodida cosa terrible y leerla de cabo a rabo. No más sorpresas. No más preocuparse por si Lena me ocultaba algo. No tenía que ir a sacarle la historia completa a Lena, tome esa cosa del estante, ya asqueada. Estaba encuadernado en piel humana, qué era perfectamente repugnante, y se sentía caliente al tacto, aunque probablemente fuera porque yo estaba a pocos centímetros del fuego. El Libro. Si la Biblia era el Buen Libro, entonces esta cosa era el Terrible Libro Malo. Se suponía que tenía todo tipo de hechos vampíricos curiosos dentro de sus asquerosas portadas, y Lena lo había rescatado de su mansión en llamas y metido en mi casa. Todos lo evitábamos como la peste. Al menos, eso solía pensar yo. Pero aparentemente Lena ha estado viniendo a la biblioteca y leyendo trozos aquí y allá. Y guardándose las partes buenas para sí misma, maldita traidora.

Me senté, mirando la portada durante un momento. Tabla Morto. El libro de lo Extremadamente Espeluznante. ¿Qué era, latín? No sabía nada de latín. Espié la contraportada... ¿Habría un índice? ¿Podría buscar "Hermana de Kara" y ahorrarme un montón de tiempo? No, solo una serie de pictogramas realmente perturbadores ahí atrás. No importaba; no estaba aquí para ahorrar tiempo, estaba para ahorrarme agravios.

Capítulo uno, página uno. Allá vamos. No daba miedo. Era solo un libro. No podía hacerme daño. Nada podía hacerme daño. Excepto la estúpida de Lena. No, eso no era cierto. Me había puesto como loca porque se estaba guardando secretos, eso era todo. Mi reina no debería guardar secretos. Mi consorte no debería guardar secretos, eso es lo que quería decir. Era la Reina II. Claro. Como si fuera de gran ayuda para mí, o para cualquiera. De acuerdo, había estado toda esa parte de la lucha por mi corona y el incidente casi mortal, pero ella quería el poder, no a mi. Sabía cosas, cosas privadas sobre mí, pero en vez de sentarse para una charla útil conmigo, se guardaba los secretos y eso era todo, "No leas demasiado rato el Libro de una sentada o te volverás loca". Si no funcionó cuando era una novata en bio, no iba a funcionar ahora.

Y vendrán los Vampiros y vendrá una Reina de los Vampiros. Pero primero los Vampiros no tendrán orden y reinará el caos durante doce mil años.

Vale, vale, entendía. Ese era Snapper y todos los demás dictadores de poca monta que habían hecho Demonios y habían sido asquerosos en general. En realidad no había ningún líder hasta que llegamos Lena y yo. Lo cual era raro, si te sentabas y pensabas en ello. Los seres humanos siempre tenían líderes... reyes, reinas, presidentes, prestamistas. Los vampiros se las habían arreglado para evitarlos, por accidente o diseño, hasta que llegué yo. Verán, lo que sucedía era que un vampiro intimidaba y torturaba a un montón de gente hasta que él o ella estaba ostensiblemente al mando, eso era hasta que otro capullo llegaba, y todo el asunto volvía a empezar. Quizás no fueran tan distintos a los humanos después de todo.

Después del caos llegará el Pretendiente, destinado al polvo. Una Reina se alzará, que tendrá poder más allá de ningún otro vampiro. El sol no la consumirá, y la cruz nunca la dañará, y las bestias serán sus amigas, y controlará a la muerte. El Pretendiente se extralimitará y la Reina se impondrá.

Vampira & No Apreciada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora