Capítulo Díez

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―¿Imra? ―golpeé suavemente la puerta con los nudillos―. ¿Imra? Soy Kara. ¿Puedo entrar?

Silencio.

Podía oírla moviéndose ahí dentro, pero no hablaba. Ugh. Podía superar cualquier cosa... muerte, tortura, golpes contundentes... excepto el tratamiento del silencio por parte de Imra.

―¿Imra? Abre, cielo. Me siento muy, muy mal. Lo lamento tanto. Perdona por golpearte y morderte y decirte todas esas cosas asquerosas. ―Escuchar mis pecados me hizo sentir aún peor, si es que era posible―. ¿Puedo entrar, por favor?- Nada. ¿Y quién podía culparla? Yo no me hablaría tampoco. ― Imra, déjame entrar, cariñito. ¿No preferirías ver como me arrastro en persona? Y realmente me estoy arrastrando, no querrás perdértelo. - Nada. -Bueno ―tosí― quería decirte que ya no soy malvada y decir que lo siento por... ya sabes. Por todo. Estaré... uh... estaré por aquí si quieres hablar. O algo. ¿Vale? Vale. Bueno, ya me voy.

Hice una pausa, esperando que abriera dramáticamente la puerta de golpe y gritara que esperase. Eso es lo que pasaba siempre en las películas. Luego me di la vuelta y recorrí el pasillo. Esto iba a ser mucho, mucho más duro de lo que había creído. Lo había jodido todo, y todo por decidir leer el Libro de la Muerte en vez de releer Lo que el viento se llevó. Me sentía como Escarlata después de que los yanquis hubieran pasado por Tara, pero menos atractiva. Winn y Nia estaban al pie de las escaleras, charlando. Me resistí a la urgencia de oír a escondidas... ya había cometido suficientes errores en las últimas cuarenta y ocho horas... y bajé lentamente para reunirme con ellos.

―¿Te sientes mejor, Majestad? ―preguntó Nia. Su sonrisa parecía auténtica. Winn también parecía bien. Sus hombros estaban un poco rígidos, pero parecía bastante relajado.

―Um, si. Escucha...

―Me alegro de verte bien ahora. Y debo disculparme por tomarme libertades con tu persona. Yo... - Agarré sus pequeñas manos y miré a sus grandes ojos tímidos.

―Oh, Nia, yo soy la única que te debe una disculpa. Me siento fatal. - La comisura de su boca se retorcía mientras intentaba soltarse las manos.

―Majestad, no lo hagas.

―No, totalmente en serio. Me siento muy mal por intentar matarte. Me alegro de que me patearas el culo. Humillada, pero feliz. ¡No sé como puedes pelear así! -Se rió y se apartó un mechón de los ojos.

―Por suerte para mí. Debo admitir, que pasé un mal rato cuando me tiraste tu colgante.

―Bueno, lo siento realmente.

―Yo también. Me alegro ―añadió con un toque de sinceridad― de que estés mejor.

―Oh, completamente libre de maldad.

―Y... te alzaste mientras el sol estaba alto.

―Si. Volverse mala, conseguir un nuevo poder ―bromeé― Es el peor trato del mundo.

―Hmm ―replicó, echándome exactamente la misma mirada que Lena. Tampoco fue muy divertido que me mirara así.

―Deberías haberla visto rodando por la hierba como un gran perrito rubio ―dijo Winn―. Fue bastante hilarante.

―Cállate ―dije, pero no puede evitar sonreír. Me sentía bien tras los recientes acontecimientos.

*

Vampira & No Apreciada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora