Savanna Líncon.
La semana había pasado rápido por suerte, el instituto fue un poco difícil porque ahora todos sabían que yo era virgen y todos querían hacerme el trabajito.
Por razones que desconozco mi seguridad se había ido de paseo junto a mi dignidad. Y no sabía qué hacer ni que pensar.
Ahora tenía ¿Miedo? De ¿Perderla?
Lo único que me mantenía contenta ahora mismo era que mi libro estaba creciendo poco a poco y los lectores esperaban con ansias la escenita caliente entre los protagonistas.
Vaya lío.
Y yo sin saber absolutamente nada de sexo.
Ya tenía a los pobres personajes cansados de discutir.
Charles Griffin pensaba en él y se me hacía la boca agua, eran tan sexy, tan guapo, tan caliente, tan popular que daban deseos de comérselo enterito y para mi desgracia aún no sé comer.
Samuel Ellis, lloré horrible cuando me dejó de hablar sin ninguna explicación, era mi único amigo y mi primer beso. Jamás pensé que yo le gustaba. Éramos muy pequeños y ahora me confunde.
Como cada mañana mi mamá entra en mi habitación sin llamar a la puerta y comienza arreglar todo el reguero que acumulo entre semana. Organiza cada rincón y limpia cualquier rastro de suciedad. Por dónde yo ya había limpiado.
Canturrea por lo bajo mientras yo tomo un poco de agua mirándola desde la cama.
— ¡Oh por Dios! —exclama a todo pulmón— pero Savanna.
Me atraganto y comienzo a escupir el agua. Entre las manos de mi madre había una caja de condón que me había regalado mi mejor amiga. Por si acaso.
— Puedo explicarlo —le digo rápidamente.
— Espera —me corta y sale de la habitación.
Regresa unos minutos después con aires de misterio, pone el seguro a la puerta y cuando se gira para verme lleva en una mano la caja y en la otra un pepino.
Sí, escucharon bien un pepino enorme.
— Mamá...
— No puedo creer que mi hija ya sea toda una mujer.
— No es lo que parece.
— Calla y escucha —sentencia y se sienta a mi lado.
Pasa unos minutos intentando abrir el condón con los dientes.
— Hija mía en las películas te estafan —resopla— no es tan fácil como lo muestran.
Después del intento número cien lo abrió con las manos y sostuvo el pepino entre ellas.
— Te voy a enseñar cómo se hace.
— Mamá en serio no hace falta.
— Si hace falta —me regaña— presta mucha atención.
Lo pone en la punta y empieza a deslizarlo torpemente. No logro retener la carcajada y ella me fulmina con la mirada.
— Sigo siendo virgen.
— ¿De verdad?
— Si mamá.
— Que alivio joder.
Mi madre sale de la habitación después de dos horas de charla sobre relaciones sexuales y todo lo que conlleva.
Mis ojos comienzan a cerrarse por el aburrimiento, pero recibo un mensaje que altera todo mis sentidos y no sé qué hacer.
#
Llamo al timbre de su casa y espero hasta que me abren la puerta.
Sus ojos se abren como platos cuando me ve— ¿Qué haces tú aquí?
— Necesito tu ayuda.
— ¿Para qué soy bueno? —se cruza de brazos.
— ¿Quieres volver a ser mi amigo?
— Sí.
— Perfecto —suspiro aliviada— Solo tendrás que hacer una cosa por mí y te perdonaré que me hayas dejado de hablar.
— ¿Qué?
— Enséñame a tener sexo sin perder mi virginidad.
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Entre Ellos ✓
Roman pour AdolescentsAntes "No quiero ser Virgen" - Que quiero acabar de perder la virginidad ¡ya! -le hablé a mi mejor amiga. - Yo puedo hacerlo -respondió una chica de pelo azul, vestía de negro y llevaba perforaciones en su rostro-, tengo la casa solo hoy. - ¿Si m...