Capítulo 9

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Savanna Líncon

Mi vida es una mierda.

¿No lo había dicho antes?

Pues lo reitero, es una mierda o mejor aún supermierda.

Sospechaba desde el profesor regordete que usa anteojos hasta del nerd que se sienta en la última mesa. Cualquiera podía ser.

Que vergüenza, recuerdo un breve fragmento del último capítulo que escribí:

Sus estocadas me llevan a la gloria, mientras su polla se entierra en mi interior y araño su espalda cuando alcanzo el clímax.

Mi mamá, mi padre, las personas de este instituto, el amor de mi vida, incluso Samuel, no me podía permitir ser descubierta, tenía que encontrarlo e intentar negociar.

Eso, Savanna, busca a uno en un millón. Cualquier estudiante puede ser. 

La respiración me pesa y me veo corriendo por los pasillos atestados de jóvenes que me miran como loca, en dirección al baño. Acuno mis manos bajo el chorro de agua, empapo mi cuello y el rostro.

Me sobresalto cuando mis ojos se encuentra con Charles a través del espejo.

— No puedes estar aquí — me volteo rápidamente.

— De hecho eres tú quien no debes estar aquí — pone sus brazos a cada lado de mi cuerpo, acorralándome contra el lavado.— Es el baño de chicos.

Mierda, ni para fijarme en la puerta soy buena.

— Entré deprisa y no me di cuenta — la voz me falla al sentir su aliento sobre mis labios. 

— ¿Por qué estás nerviosa?

— No estoy nerviosa — respondo por inercia.

— Ya veo — se burla — ¿Entonces si te beso ahora, no causaría nada en ti?

Paso saliva, negando.

Sus labios se funden con los míos y no me da tiempo a responder cuando me sube en la encimera colocándose entre mis piernas.

Joder.

— No voy a perder la virginidad aquí — digo con la respiración entrecortada. Sus dedos recorren con descaro mis piernas, subiendo la falda roja que llevo.

— Yo solo quiero mostrarte un poco de lo que te estás perdiendo.

No entiendo nada de lo que me dice, pero opto por quedarme estática.

— Confía en mí — vuelve a hablar. Me levanta un poco y en menos de un segundo se deshace de mis bragas, guardándolas en el bolsillo de su pantalón.

Agradezco al cielo que hoy en la mañana había amanecido más perra que nunca y me puse lencería bonita y no las tangas con muñequito que elige mi madre cuando sale de compra con sus amigas las religiosas  menopáusicas.

Me siento presa del pánico cuando su boca desciende por mi cuello y continúa bajando. Intento cerrar las piernas porque ya tengo bastante claras sus intenciones. 

— Déjate llevar — susurra.

Sus dedos acarician lentamente mis pliegues y no sé con qué comparar todas las sensaciones que me transmite, su lengua me saca un gemido y me veo mordiendo mi labio inferior, al sentir mi clítoris preso entre sus dientes y los dedos entrando y saliendo de mi interior de manera experta.

Mis dedos tiran de su cabello y él continúa con su faena haciendo que mi cuerpo se contraiga bajo la tortura que me provoca su lengua y mi parte más sensible.

No sé lo que hace, pero me siento libre en medio de tanto placer.

— ¿Qué carajos fue eso? — me bajo la falda con las mejillas encendidas.

— Te acabo de dar tu primer orgasmo.

Se humedece los labios y se va dejándome sola y sin bragas, con el corazón desbocado por causa de mi primera oral.

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