Capítulo 3

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Savanna Líncon.

No puedo creer que acabo de hablar con Charles, mi Charles y me pidió mi número de teléfono.

Pero aun así, la emoción más grande era que me dijo que él  tendria sexo conmigo.

— ¡Oh sí, oh sí oh sí! — chillaba en medio de los pasillos como toda una loca e intentaba bailar, de la alegría olvidé por completo
que tengo dos pies izquierdos y caí de culo.

— ¿Savanna estás bien? —mi amiga apareció y me ayudó a levantarme.

— Intentaba bailar, pero salió mal y caí.

— Tú no sabes bailar —afirmó.

— Ya dije "Intentaba" —recalqué lo obvio.

— ¿Me acompañas a la biblioteca?

— Ok.

Entramos en la biblioteca y nos sentamos en una de las mesas del centro, no llamábamos la atención. 

«Somos invisibles»

«Vamos típico día casual»

Mi amiga comienza a leer un libro y yo impaciente por mis últimos acontecimientos abro la boca:

— ¿Te dolió?

— ¿Vas a seguir con eso?

— Que quiero acabar de perder la virginidad ¡ya! —le hablé a mi mejor amiga.

—Yo puedo hacerlo —respondió una chica de pelo azul, vestía de negro y llevaba perforaciones en su rostro—, tengo la casa solo hoy.

Estaba sentada frente a nosotras.

— ¿Si me acuesto con ella pierdo la virginidad? —mi amiga se encogió de hombros, obviamente no sabía nada sobre eso—. Creo que prefiero los chicos, pero gracias de todas maneras.

— Da igual —se levantó de la silla —. No eres mi tipo.

Vamos que me enfadé solo un poco.

— ¿Tan fea soy, qué nadie me puede desvirgar? Que si quieren me tapo la cara y me hacen el trabajito —grité a pleno pulmón en medio de una biblioteca cargada de estudiantes hormonales.

Ahora sentía todas las vistas sobre mí.

A huir Savanna y para la próxima mantén la boca sellada.

Me pasé el día viendo porno, le ofrecí una oral al popular del colegio,  tendríamos sexo y por mi discreción ahora todos sabian que soy Virgen María del Santo Nombre.

En la mañana salí pura, limpia e inocente de casa y ahora regreso más sucia que botas impermeable en día de lluvia.

«No sé por qué mierda hice esa comparación»

Mi mente ahora mismo estaba en colapso total. Menudo numerito monté en la biblioteca.

Frené en seco cuando reconocí al rubio en la entrada de mi casa.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Siempre te visitaba —se llevó un cigarrillo a sus labios.

— Antes cuando eras mi amigo, pero que crees ya no.

— Lo siento —liberó una enorme nube de humo gris.

— Me estás pidiendo perdón exactamente ¿por…?

— Porque fui un imbécil contigo.

Me crucé de brazos.

— ¿Recuerdas esas vacaciones, que vino mi primo unos días? — asentí—. Yo estaba… Eh me había enamorado de ti y te lo iba a decir, pero mi primo me dijo que ustedes estaban juntos así que me enojé.

— ¿En serio estabas enamorado de mí?

— Si Savanna.

— ¿Y ahora? —pregunté incrédula.

— Estás buena, pero antes eras más bonita.

Ay Santa Madre, Samuel Ellis acaba de decir que estoy buena, me dijo fea pero buena. Todo lo contrario a Charles.

— No me refiero a eso.

— Ya no me gustas, pero fui un tonto al dejarte de hablar.

— Cosas de niños supongo.

— ¿Me perdonas?

— Me lo pensaré.

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