Capítulo 7

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N/A: A partir de aquí, comienzan los cambios de esta historia. En la versión anterior este capítulo no estaba. 

(***)

Charles Griffin.

Cuando pequeño me caí de la bicicleta una diez veces antes de aprender. La última vez que mis manos tocaron el suelo fue un parque. Una niña vino corriendo hasta mi y me dio un beso en la mejilla para que no estuviera triste.

Después de ese día seguí yendo al parque, pero nunca la volví a ver.

¿Por qué cuento esto ahora?

Pues esa chica era Savanna. Lo supe en el momento que comenzó el colegio. Nunca me acerqué... De cierta manera yo empecé a ser popular y ella no tanto.

Así que lo dejé pasar y ella se convirtió en alguien invisible para mí.

El día que la muy loca gritó a pleno pulmón en la biblioteca que quería perder la virginidad, los imbéciles de mi amigos se empezaron a apostar por ser el primero. Pues fue ahí cuando encontré la oportunidad para acercarme a ella.

La apuesta era enamorarla y hacer que perdiera la virginidad, cuando en realidad él que ya estaba enamorado era yo. 

Pero eso no lo podía saber nadie.

—Me has traído al mar, para no bañarte —se quejó, sentándose junto a mí en la arena.

—Me gusta ver el horizonte, ayuda a ordenar mis pensamientos.

—Que romántico me has salido, Charles —dice. Le echo un vistazo y trae la ropa mojada que se le pega al cuerpo. Con las mejillas encendidas debido a la intensidad de los rayos de sol.

Se levanta de golpe y me toma de la mano. Intenta levantarme y es en vano porque no logra moverme ni un pelo. Lo sigue intentando hasta que de un tirón la tengo sobre mi y mi espalda se pega a la arena caliente.

—¿Qué comes? —pregunta— Pesas un montón.

—La floja eres tú, que no me puedes ni mover.

—¿A qué sí?

Sus diminutas manos recorren mi piel en lo que intenta hacerme cosquillas.

—No tengo cosquillas.

—Encontraré tu debilidad, lo juro.

Mi única debilidad eres tú.

—Suerte con eso.

Nuestros rostros están a centímetros y me atrevo a pasar un mechón del cabello por detrás de su oreja. Cierra los ojos y me besa. Mis manos aprietan su cuerpo en lo que le correspondo el beso. 

Nos alejamos recordando que la playa es pública.

—Pero bueno —habla apenada— No te preocupes, yo tengo bastante claro, que lo único que me vas a hacer es el favor.

—No estoy preocupado —arrugo la frente.

—Es que bueno... el beso de ahora...

—Savanna no pasa nada.

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