Punta Arenas, Chile.
Era otro día en el sur de Chile y Rubí ya se encontraba en la fábrica de quesos de sus suegros. Con mucha insistencia logró que la enviaran a un sector donde no mataran animales, era vegetariana y los padres de Miguel aún no podían entenderlo.
"Es el único defecto que tiene esta chiquilla.", decían.
La vida de Rubí se había vuelto monótona y se sentía atrapada en eso, sentía que era un títere manejado por alguien externo. Hace mucho no se sentía viva. Por las mañanas se levantaba solo por instinto y porque, a pesar de las circunstancias, el trabajo la ayudaba a distraerse, y a ratos olvidaba que vivía en una jaula.
Extrañaba esa sensación de libertad y felicidad que sentía cuando estaba con ella. La extrañaba a ella con todas las fuerzas de su alma, y le quemaba por dentro tan solo recordarla, por eso es que pensarla no era algo que solía hacer.
Si para algo era buena, era para reprimir sus emociones y para saber manejar a la perfección sus pensamientos. Sin embargo, a veces descansaba de eso y se permitía pensar en esa chica de rulitos que le revolvió toda la vida. Esa chica que fue su rayo de sol en la tormenta, pero que no fue suficiente para quitar las nubes negras de su camino.
Rubí siempre había aprendido a sacrificarse por su familia, de niña su mamá le había enseñado que así debía ser. Ella no sabía que habían cosas en que mamá puede equivocarse. Ella no tenía en sus enseñanzas que la vida era una sola oportunidad, un solo viaje de ida que debía disfrutarse siendo feliz. Ella no tenía conocimiento de que por más oscuro que sea vea el camino, siempre habrá una luz, una salida. No sabía que a veces costaba, pero siempre se lograba salir de todo lo malo. Ella no tenía idea que había estado tan cerca de lograrlo, de ser libre, pero cometió un error, un pequeño error que hizo volver todo lo que había conseguido, a cero. Si la vida se tratase de un videojuego, ese error la llevó al Game Over. Tenía que empezar de nuevo.
- Oye. - Escuchó a Miguel a sus espaldas. Se giró sobre sus talones para mirarlo.
- Dime.
- Iré a almorzar con la Belén, para que no me esperes. - Asintió sin decir nada más. Se preguntaba para qué iba a nadar contra la corriente. Al final, hace mucho que Miguel había dejado de importarle románticamente, así que, que se fuera con otras mujeres ya era un tema habitual que no tenía peso en su conciencia.
Rubí se cuestionaba continuamente por qué la gente anhelaba tanto enamorarse, si era una mierda. Lamentablemente ella tenía un mal concepto del amor y no lo sabía, desconocía como era enamorarse de verdad, aunque no completamente.
- Rubí. - La volvió a llamar Miguel. - Te estoy hablando po', andai en las nubes. - Lo miró de vuelta.
- Estoy cansada. - Le respondió.
- Buta, tu siempre estai cansada po'. - La molestó ganándose una mirada de enojo por parte de la castaña.
- ¿Qué querí?
- Te estaba diciendo que tú mamá, tu hermana y Don Sergio llegan mañana, pa' que los recibái.
- ¿Y tú?
- Ay, Rubí, pero si son tu familia, tu tienes que recibirlos, no yo.
- ¿Vienen solo ellos 3? - Preguntó con nerviosismo.
- Sí, pero si querí le decimos a la Maca que venga también po'. - Le respondió Miguel con cierto tono de maldad en su voz. Rubí volvió a mirarlo molesta.
- No seái ridículo. - Se giró dándole la espalda.
- No sé para qué te esfuerzas tanto en ocultarselo, si se va a enterar igual algún día.
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Mi salvación, eres tú || Rubirena
FanfictionRubí llevaba meses atrapada en una vida de la que se sentía prisionera. Y cuando creyó estar preparada para escapar, fue obligada a desistir. ¿Cuánto más debía aguantar? Su alma deseaba solo una cosa: Ser rescatada. Por ella.