Capítulo 11

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Santiago, Chile.

Habían sido unos días difíciles para Macarena, desde que Rubí se había ido que se sentía un poco apagada. Estaba distraída en el trabajo y tenía una sensación de vacío por dentro. A ratos se preguntaba si quizás había hecho o dicho algo que había incomodado a la castaña. Trataba de sacar conclusiones de las cosas, pero nunca llegaba a nada. Rubí la había llamado solo un día desde que se había ido, siendo ese el único momento donde supo de ella, porque tampoco la había mensajeado como solía hacerlo.

No sabía ni siquiera si estaba bien, si se sentía bien, si ya había leído lo que le había dejado en su bolso, si tenía algo importante que pudiera servir para liberarla, nada. Era como si al aterrizar en Punta Arenas, Rubí hubiese olvidado todo.

- Maquita. - Escuchó que le hablaba Robin, su compañero de trabajo.

- Dime. - Le dijo sin mirarlo tratando de concentrarse en el diseño en que estaba trabajando.

- Ya son las una, hay que irnos. - Informó.

Macarena se asustó y miró el reloj del computador, efectivamente eran las una de la tarde. No entendía en qué momento se le había pasado la hora, si eran apenas las diez de la mañana cuando la había visto por última vez.

- ¿Te vas o...? - Volvió a hablarle el chico.

- Sí, apago aquí y me voy. - Le respondió.

- Ya, nos vemos el lunes. Descansa y recarga energías po', que ándabai un poquito en otra. - Robin se acercó y dejó un sutil beso en su cabeza, justo al medio de los dos cachitos de su peinado.

- Gracias, nos vemos. - Le respondió Maca dedicándole una sonrisa.

Robin era unos años mayor que ella, un joven demasiado afectivo. El chico se había encariñado rápidamente con Macarena, le decía que sus rulitos eran hermosos y que ella en sí le daba mucha ternura.

A Maca le costaba un poco encariñarse rápido con la gente, y aunque al principio se sorprendía con las muestras de cariño por parte del chico, después de unos días se acostumbró y las agradecía. Ella las sentía como un cariñito al alma.

Con el cansancio que cargaba desde el inicio de la semana, por no dormir bien, arregló sus cosas y salió del edificio donde trabajaba, despidiéndose de toda la gente que se iba cruzando en el camino.

El sol estaba pegando fuerte últimamente. Faltaban muchos días para que fuera oficialmente verano, pero aún así hacía un calor sofocante en Santiago, así que tuvo que sacarse la blusa de mezclilla que estaba usando sobre su polera blanca y guardarla en su bolso.

- Oye, guapa, ¿estái sola? - Escuchó una voz conocida a su espaldas.

Sonrió antes de darse vuelta.

- ¡Jose! ¿Qué estái haciendo aquí? - Le dijo a su hermana, quien estaba aún con el uniforme del liceo, sonriéndole.

- Vine a buscarte po', para que almorcemos juntas.

- ¿Me vai a invitar? - La molestó.

- Tú me vai a invitar, tu erí la que trabaja. - Contestó causando la risa de Maca.

- Ya, vamos, ¿dónde querí ir? - Le preguntó y comenzaron a caminar en dirección al paradero.

- Me da igual, elije tú. - Respondió.

- Qué erí fome. - La molestó. Ambas se miraron y sonrieron. Josefa ya estaba casi del porte de Macarena, y la mayor no entendía en qué momento fue que había crecido tanto. Pareciera que había sido ayer cuando había tenido que enseñarle a abrochar sus cordones de los zapatos.

Mi salvación, eres tú || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora