Capítulo 9

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Santiago, Chile.

Rubí y Miguel llevaban cerca de media hora sentados sobre la cama sin decir ninguna palabra. Ambos tenían un montón de pensamientos y emociones con respecto a lo que cada uno por su parte había vivido en las últimas horas.

- ¿Estái seguro que es tuyo? - Rubí rompió el silencio con un susurro.

- No sé, por eso vine para acá, para hacerme exámenes, pero la Coté dice que es peligroso realizarlo aún, porque tiene cinco meses no más.

- Pero coinciden las fechas...

- Sí.

- ¿Y quién es la Coté? Te acuerdas de ella al menos. - Miguel asintió y se limpió rápidamente unas lágrimas que habían escapado de sus ojos.

- Sí, habíamos estado saliendo en el último tiempo antes de irnos a Punta Arenas, después no hablamos más, hasta que me llamó hace unas semanas diciéndome que necesitaba hablar conmigo urgente.

- Pero Miguel, estuvimos buscando a una mina por seis meses, ¿por qué nunca me contaste de ella? - El chico la miró como pidiéndole perdón.

- No sé, tampoco me gustaba tanto. - Mintió. Era incapaz de decirle la verdad a la castaña, más porque sabía que no podía confiar totalmente en ella.

- Pucha, Miguel. - Le dió unas pequeñas caricias en la espalda. - Yo creo que esto nos podría liberar a los dos... - Trató de decir, pero la interrumpió.

- No, Rubí, mis papás no pueden saber esto, todo se iría a la cresta.

- Pero, ¿por qué? si que tengas un hijo les beneficia a ellos.

- Les beneficia que tenga un hijo contigo. - Respondió. Rubí sintió que otro balde de agua fría le caía desde arriba.

- Pero esto igual debería ayudar...

- Rubí. - Volvió a interrumpirla y la miró. - Yo también estoy atrapado en esto, ¿cachai? Aquí la víctima no eres solo tú. - La castaña lo miró sin entender de qué hablaba.

- ¿Por qué decí' eso? - Le preguntó.

- Así como tu tienes que cumplir ciertas cosas, yo también. Y aunque tú pensí que yo estoy feliz con todo esto, no lo estoy. - Confesó. - Yo igual tuve que sacrificar mi vida por mi familia, por mi papá, para que pudiéramos heredar lo de mi abuelo.

- Pero a ti nadie te obligó como lo hicieron conmigo.

- No tení idea.

- Tú tenías la oportunidad de negarte, Miguel. Si tú te negabas todos salíamos ganando.

- Tú y tu hermana salían ganando, pero a mí me iban a dejar en la calle, si no hacía esto, mi papá no me iba a hablar nunca más.

- ¿Y cómo el Julián? Se fue y bien que veo que tus papás lo llaman todas las semanas. - Miguel se acomodó en la cama.

- El Julián siempre va a ser el hijo ejemplar. - Contó con pesar. - Créeme Rubí, yo tampoco tuve opción. - La castaña lo miró con pena, el chico parecía estar sincerándose.

- ¿Te gustaba la Coté? Aunque sea un poco. - Volvió a indagar en el tema. Miguel asintió sin decir nada. - ¡Pero, Miguel, por la cresta! - Rubí se puso se pie tomándose la cabeza. - ¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué ese día que te conté que me gustaba la Maca, no me dijiste? - El chico se tapó la cara con ambas manos tratando de tomar la decisión correcta de decirle la verdad o no.

- Porque no pude. - Dijo en voz baja.

- ¿Qué? - Preguntó, no lo había escuchado.

- Es que no sé, Rubí. Yo... Yo sabía que la Maca me odiaba y me dió rabia po', me daba rabia pensar que ella ganaría.

Mi salvación, eres tú || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora