Santiago, Chile.
- ¡¿Qué es esto?! - Gritó.
Un gritó de sorpresa se oyó también dentro de la habitación. La chica que estaba de pie, con una toalla envolviéndole el cuerpo y otra el pelo, como recién salida de la ducha, se giró al instante que la puerta se abrió y se mantuvo de espaldas.
Sergio no alcanzó a verle el rostro.
- ¡Papá! - Le reclamó Macarena volviendo a cerrar la puerta. - ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Te volviste loco?!
- ¡Tú! ¡Tú te volviste loca! ¡¿Cómo se te ocurre traer a chiquillas a tú departamento?! Qué más encima se pasean piluchas. ¡¿Qué van a pensar tus vecinos de ti?!
- ¡No me interesa lo que piense la gente de mí! Y yo puedo traer a quien quiera a mí departamento, porque es MÍ departamento.
- ¡Estás completamente fuera de tus cabales! Más encima traes a tu hermana para acá. Apuesto que le sigues llenado la cabeza de esas ideas anormales.
- ¡Ya basta! No voy a aguantar que vengas a faltarme el respeto en mi casa, así que por fa ándate y si no querí encontrarte con sorpresas, para la otra avisa cuando quieras venir, porque te recuerdo que soy una adulta y puedo vivir mi sexualidad como se me plazca.
- ¡No te quiero escuchar! ¡No te quiero escuchar más! - Le dijo tapándose los oídos como si hubiese dicho la atrocidad más grande del universo. - ¡No quiero que traigas mas a tu hermana para acá!
- ¡Papá, entiende, no me puedes prohibir nada! - Sergio la miraba con una rabia y decepción que hace mucho tiempo la hubiese asustado, pero ahora le daba igual.
- ¡Oy, Dios mío, ilúminala señor, ilúminala! - Pidió con las manos hacia el cielo.
- Ya, ándate por fa. - Le volvió a pedir.
- Estoy muy decepcionado de ti, Macarena. Y estoy seguro que tú mamá también lo estaría. - Le dijo mirándola fijamente para luego darse la vuelta y caminar hasta la salida.
Sergio sabía donde darle, sabía donde le dolía.
Maca soltó un suspiro cuando la puerta se cerró.
Rubí salió de la habitación al instante que escucho que Sergio se había ido y abrazó a Maca. Pudo sentir los latidos de su corazón en su pecho.
- ¿Estái bien? - Le preguntó. La menor asintió sobre su hombro.
- Gracias, fue una gran salvada. - Les dijo a las tres chicas cuando se separó del abrazo de la castaña.
- La Esme la hizo, le crujió el cerebro a mi hermanita. - La molestó.
- Ay, sí, te dejé un poquito desordenado porque me desvestí así flash, pero ahora te ordeno. - Contó aún con las toallas puestas.
- Sí, tranqui.
- Ya, yo te ayudo. - Le dijo Josefa a Esmeralda, llevándosela para el lado donde estaba el clóset.
- ¿Segura que estái bien? - Volvió a preguntarle Rubí cuando estuvieron solas.
- Sí. - Contestó, pero unas lágrimas se escaparon de sus ojos.
- Mi amor... - Le dijo la castaña volviendo a abrazarla. - Tranquilita.
- Si estoy tranquila, pero mi papá... Es tan hiriente. - Se separó del cuerpo de Rubí y se secó las lágrimas que mojaban sus mejillas.
- No cambia más el caballero parece. - Comentó.
- No.
- Ya, vamos al living mientras estas ordenan aquí. - Dijo tomándola de la mano para caminar hasta la sala. - ¿Tenías algún plan para mañana? - Preguntó mientras se sentaban en el sillón.
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Mi salvación, eres tú || Rubirena
FanfictionRubí llevaba meses atrapada en una vida de la que se sentía prisionera. Y cuando creyó estar preparada para escapar, fue obligada a desistir. ¿Cuánto más debía aguantar? Su alma deseaba solo una cosa: Ser rescatada. Por ella.