Capítulo 18

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Santiago, Chile.

En su habitación, estaba Macarena.

La menor miraba el goteo de la bolsa de medicamentos que le estaban administrando, mientras trataba de recordar cómo fue que terminó ahí. Sin embargo, lo único que estaba en su memoria era un fuerte ruido y un golpe muy fuerte en el costado derecho de su cuerpo.

Lo que sí recordaba a la perfección, era el maravilloso sueño que había tenido con Rubí y con su mamá.

Se preguntaba si la castaña ya se había enterado de lo sucedido.

El doctor había ido a verla hace un par de minutos y le había dicho que al parecer, y gracias al cinturón de seguridad, su estado no era grave, sin embargo debía quedarse mínimo unos dos días en observación, por cualquier hemorragia tardía que pudiera suceder, sobretodo en su cabeza, donde se había golpeado con el asiento del conductor.

Macarena miró su brazo derecho cubierto desde arriba del codo hasta sus dedos de un yeso blanco, y luego miró su brazo izquierdo conectado a la vía endovenosa. Con su mano izquierda, tocó el cuello ortopédico que adornada su garganta, y luego tocó su frente suavemente, sintiendo la humedad de la pequeña venda que la recubría. Al parecer, aún no dejaba de sangrar.

Su autoanálisis se vió interrumpido por la puerta de la habitación abriéndose, dejando ver la silueta de su padre.

- Mi niña. - Se acercó a ella y tomó su mano con cuidado. - ¿Cómo te sientes?

- Bien. - Respondió. Era la segunda vez que Sergio entraba a verla, la primera lo había hecho con Josefa, por la noche, cuando recién habían llegado al hospital - ¿La Jose?

- Se quedó afuera con Ágata y Esmeralda.

- ¿Ellas igual están aquí?

- Sí. ¿Pudiste dormir? - Le preguntó cambiando de tema.

- Un poco, me duele la cabeza.

- El doctor dijo que te estaban dando analgésicos para el dolor y antiinflamatorios.

- Y antibióticos, por la herida de la frente.

- Sí, y antibióticos.

- No es necesario que estés aquí todo el día, yo estoy bien.

- No me importa estar aquí todo el día. - Le dijo sonriendo. - No sabes la angustia que sentí al solo imaginarme que te podía perder para siempre. - Unas lágrimas cayeron de sus ojos y se las limpió rápidamente.

- La culpa también, ¿o no?

- ¿Culpa de qué?

- Por cómo me has tratado.

- Tú sabes que tú confusión para mí es difícil de llevar. - Se excusó. Maca rodó los ojos.

- ¿Por qué no dejas que la Jose con la Esme entren? Quiero hablar con ellas.

Sergio asintió y soltó su mano.

- Después vuelvo. - Le dijo para luego salir de la habitación.

Macarena suspiró. Ni aún después de poder haber estado al borde de la muerte, su papá cambiaba su forma de verla. Si él estaba decepcionado de ella, ella lo estaba de él aún más.

Con pesar, miró el velador que había a su lado, observando en él el reloj de su madre que la castaña le había dado, o más bien, arreglado. Estaba hecho trizas. Le daba pena pensar en que el único objeto que tenía de su mamá, y que tenía una conexión con Rubí, había terminado así, con el vidrio ausente y las manijas descolgadas. Lo único que seguía útil, era la correa.

Mi salvación, eres tú || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora