Punta Arenas, Chile.
Ya era viernes por la tarde en el sur de Chile. Aunque al principio Miguel le había insistido a Rubí que volviera a pasar sus días de vacaciones con su familia, no logró convencerla. La castaña estaba segura de que ese sería el último sacrificio que tendría que hacer antes de poder ser libre. Lamentablemente estaba equivocada.
A pesar de los regaños de su hermana cuando le contó lo que había pasado con Maca, Rubí nunca volvió a tratar de contactarse con ella. En su cabeza pensaba que debía hacerse cargo de sus decisiones, y si le había dicho a la menor que se alejaran, iba a intentar hacerlo, aunque cada día tenía menos fuerza de voluntad.
Ya había pasado una semana completa, ni siquiera sabía si Maca estaba bien, aunque suponía y esperaba que sí. Josefa y Esmeralda se habían negado a darle esa información hasta que la castaña fuera capaz de pedirle perdón a la menor.
“Es tu castigo por comportarte tan estúpida”, le dijo su hermana.
En cuanto Rubí llegó al sur nuevamente, César dejó de insistirle a Miguel en buscar algo que les favoreciera. El mayor era muy astuto y sabía que la castaña algo planeaba, sin embargo su hijo no le cooperaba mucho y sin su ayuda, era difícil averiguar información sobre ella.
Rubí estaba sentada en el sofá de la sala del segundo piso pensando en todo lo que había pasado en su última semana y en todos los sacrificios que había tenido que hacer por intentar que las cosas salieran bien. Pensó en cuando se fue de Santiago sin despedirse de Macarena, cuando tomó su teléfono y con el dolor de su alma bloqueó a la menor de todas las redes sociales disponibles. Ella sabía que alejarse de Maca era el sacrificio más grande de todos. No era alejarse de su mamá, ni de su hermana, era alejarse de ella. Rubí sabía que su familia estaría ahí siempre, pero no podía asegurar que Maca estuviera ahí cuando ella volviera y tampoco podría culparla por eso.
Ese último pensamiento la hizo sentirse mal. Si Macarena decidía sacarla de su vida, no sabría qué hacer. Rubí solo imaginaba su futuro a su lado, no podía verse sola, sin ella. Solo pensarlo, le rompía el corazón.
- ¿Y éste cómo lo encontrái? - Escuchó la voz de Miguel.
Sacudió su cabeza para de esa forma disipar sus pensamientos y miró al chico.
- ¿Qué? - Le preguntó aturdida.
- Éste po'. - Respondió apuntando la pantalla del computador.
Un gran coche de guagua se mostraba en él.
- Ah. - Rubí lo miró y trató de concentrarse en lo que le estaba preguntando. - Sí, está lindo.
- No estái pescando, ¿cierto? - Negó con la cabeza.
- Perdón, es que estaba pensando en puras tonteras.
- ¿Por qué no llamái a la Maca? - Rubí lo miró con confusión. - Si es obvio que estái así por eso, yo me aburrí de insistirte, pero deberías reconsiderarlo.
- No, si tengo que ser consecuente po', no puedo andar jugando con ella así.
- Ya, pero si ella va a entender que lo que dijiste fue por impulso no más, por el miedo que te dió po'. Al final lo hiciste porque querías protegerla a ella y a ti.
Rubí se quedó pensativa. No sabía que pasaba por la cabeza de Maca, ni lo que pensó ese día o lo que piensa ahora. Pero no tenía un buen presentimiento al respecto.
- Llámala, hazme caso. Así me pescái y me ayudái con esto po'. - Le insistió.
- Ya, lo haré. - Se puso de pie y caminó hasta estar lo suficientemente apartada de Miguel, para poder hablar en privado con Maca.
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Mi salvación, eres tú || Rubirena
FanfictionRubí llevaba meses atrapada en una vida de la que se sentía prisionera. Y cuando creyó estar preparada para escapar, fue obligada a desistir. ¿Cuánto más debía aguantar? Su alma deseaba solo una cosa: Ser rescatada. Por ella.