5. EL LAGO

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¡Papá! ¡Mamá!

James gritó empujando la puerta y esta crujió y se abrió forzadamente. El chico entró primero y yo le seguí medio escondido por su cuerpo. Tyler me empujó de la cintura y me obligó a ponerme al lado de James.

— ¡Has venido!—la mujer, su madre, asomó la cabeza por la puerta de la cocina y sonrió al ver a su hijo.

—Sí, estoy aquí—James sonrió y caminó hacia delante tirando de mí—. Te dije que vendría.

Kate Bellamy estaba igual a como yo la recordaba. Con el pelo rubio y corto hasta la altura de los hombros, los ojos marrones y un porte elegante aunque su ropa tenía un toque informal y desenfadado. La mujer caminó hasta nosotros y abrazó a su hijo con fuerza. Yo me solté de James y les dejé intimidad.

—Hola, preciosa—Tyler saltó hacia delante y besó a la señora Bellamy en la mejilla. Ella sonrió y puso los ojos en blanco, por la repentina mimosidad de Ty—. Iré a por las bolsas de viaje—dijo apartándose de ella y caminando de nuevo hasta la puerta.

—Alexander—la mujer se detuvo en mí. Y como la otra vez, fue una mirada distante y amable al mismo tiempo—. Bienvenido.

—Encantado de volver a verla, señora Bellamy—di un paso al frente y le tendí una mano. Ella me correspondió con educación—. Gracias por invitarme.

—Sí, claro—ella le echó una mirada a su hijo, y aunque no añadió nada más, supe que estaba pensando que aquella invitación era cosa de su hijo, no suya—. ¡Cariño!—gritó hacia las escaleras—. ¡Cariño, los chicos ya han llegado!

De repente se escuchó un tronido de pasos descender desde la parte superior de la casa. Jeremiah Bellamy bajó a toda prisa y suspiró al llegar a nosotros.

—Estaba preparando tu cuarto—anunció mientras se echaba directamente sobre los brazos de su hijo—. Cuanto me alego, hacía semanas que no te veía.

— ¿Tú sabías que venía?—Kate frunció el ceño algo disgustada. Su marido se encogió de hombros y eso me hizo suponer que la relación entre padre e hijo era más fluida que entre madre e hijo. La mujer suspiró y luego se giró hacia la cocina—. Iré a ver como va la comida.

— ¿Papá, recuerdas a Alexander?—preguntó James agarrando mi mano.

—Por supuesto que sí—sonrió el hombre—. Me alegro de que estés aquí.

El hombre no tenía diferencia alguna con su hijo, salvo que los años se notaban. Tenía el pelo negro igual que él, los ojos negros igual que él, y el mismo porte sinuoso, esbelto y sencillo.

—Yo también me alegro de verle, señor Bellamy—le apreté la mano que él me tendía.

—No soy un aristócrata, Alexander—rió él al soltarme—. Puedes llamarme Jem.

—Jem—repetí sonriente y James se destensó.

—Eso es—el hombre me guiñó un ojo y luego caminó delante de nosotros hasta el salón—. ¿Dónde está Tyler?

—Aquí está Tyler—el chico respondió empujando la puerta y tirando de nuestros tres macutos—. ¡No me ayudéis, por favor!—ironizó—. ¡Puedo solo!

James me soltó y corrió hasta la puerta, le arrebató una bolsa a su amigo y luego ambos se dirigieron hacia la escalera.

—Alex, ven arriba—me pidió James mientras subía las escaleras delante de Tyler—. Dormiremos aquí.

Le eché una mirada a Jem, pero él miraba la tele con indiferencia, como si ya hubiera vivido aquella situación entre James y Tyler. Me encogí de hombro y me dirigí hacia la escalera.

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora