2. MALA CONDUCTA

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James empujó mi cintura y yo entré en el asiento de atrás del coche, como siempre. Para mi sorpresa, James estaba allí y no ejerciendo de copiloto. En cuanto me vio, clavó en mi sus ojos negros, muy abiertos y desbordando prudencia.

—Hola—musitó con la mandíbula apretada y tensa.

—Hola—contesté con cautela y entonces Ty cerró la puerta y nos dejó en un profundo silencio hasta que rodeó el coche y se subió al coche.

James tamborileo en el asiento y luego acercó su mano a la mía y me agarró con fuerza. Se me derritió el corazón, mientras la confusión me invadía, no sabía que debía decirle.

— ¿Estás enfadado?—por suerte fue él quien habló primero.

—No lo sé—murmuré.

James paseó su dedo pulgar por mis nudillos en un masaje liviano y delicado.

—Te has quedado en el coche—obvié.

—Siempre prudente—dibujó una sonrisa tensa en la boca—. Aunque a veces cueste. No quería ver a ese tipo, no creía poder controlarme...

—Solo me besó una vez—repetí—. No fue para tanto. Le estás dando demasiada importancia.

Nos inundó el silencio mientras Tyler arrancaba y avanzaba entre el tráfico. Sin embargo el ambiente se fue relajando y los dos nos quedamos pensativos y miramos al frente.

—Es solo que no me creo esa pose de amigo simpático que tiene—susurró—. No me fío de él.

—Fíate de mí—le propuse.

—Lo hago—giró la cabeza y nos miramos—. Te prometo que lo hago, pero no fío de sus intenciones. Todo eso de las oportunidades siendo tan solo un estudiante aún. Y no es que crea que no tienes talento, sin duda eres bueno. Pero es raro que te ofreciera exponer sin haber terminado ni la carrera y siendo su ayudante, un becario. Y ahora San Francisco...

—Solo quiere que le ayude—le corté—. Y presentarme gente.

—Alex, él va a abrir una exposición, será el centro de atención—prosiguió mostrando sus reticencias—. ¿Crees que va a estar pendiente de tú futuro o del suyo?

—Ag—suspiré—. No lo sé. Aún no he decidido nada.

—No vayas—me suplicó—. Por favor.

Tyler detuvo el coche frente a mi apartamento de siempre. Salimos del coche y llegamos a la puerta. James bajó la mirada a mis ojos verdes y yo temblé. Oh, que guapo estaba. Con el pelo negro y lacio, alborotado, la camisa blanca abierta en la parte superior y los pantalones desenfadados y rotos por las rodillas.

— ¿Tyler?—quise saber que opinaba.

—Yo no me meto—por una vez me sorprendió—. Te besó y no me cae bien—rió—. Pero a mi no me cae bien cualquier idiota que te mire por la calle, así que...—dejó la frase a medias y yo puse los ojos en blanco. En realidad no esperaba que actuase de ese modo—. Yo solo pienso que debes tener cuidado, como vuelva a intentar algo le daré un puñetazo en la cara.

— ¡Eso no me ayuda!—me quejé y él se encogió de hombros.

Me llevé las manos a la cara y suspiré fuertemente, luego me giré y subí hasta mi casa, me detuve cuando percibí que ellos no me seguían.

— ¿Os vais a quedar ahí?—levanté una ceja con ironía.

—Tus clases han terminado, niño bonito—sonrió Ty—, las nuestras no. Tenemos que volver.

— ¿Entonces, que hacéis aquí?—ironicé—. ¿A que habéis venido?

—A hablar contigo—dudó James.

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora